miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TONTA DE LOS INÚTILES

 
   No es adivinanza, es sencillamente un juego de palabras. Traducido al español, es "la lista de los útiles". Yo le digo tonta y les digo in - útiles.
   Cometo el error de ir de compras en un día en que hay un tumulto.
   -Otro "recontramadrazo", pensé tristemente.
   Pero no: era un tumulto de madres y padres de familia, (algunos abuelos, también), que llevaban, además de la cara triste y la cartera flaca, una "lista de útiles escolares"...
   -¡Santos útiles, Batman!, me dije inteligentemente. ¡No deberías haber venido hoy!. Pero me gana la curiosidad sociológica, que es una enfermedad incurable, esto del estudio de la sociedad, que me ha causado no pocos problemas en la vida.
   Primero, al entrar a la tienda, me asaltan las pirámides de lápices, lapiceros, cuadernos, libretas, libretitas, libretotas, portafolios, mochilas, pinturas, reglas y escuadras, gomas de borrar y sacapuntas. Me asustan las libretas que tienen monstruos en la portada y me aterra mirar de que manera los niños corren enloquecidos para tener "esa" libreta con el deforme dibujo:
   -Esa no, dice la madre. Cuesta 38 pesos. Nos llevamos esta, que cuesta 20... Y además, te pidieron cuatro. (Conclusión: el monstruo cuesta 18 pesos).
   -¡Cuatro libretas!. Caramba, el niño debe ser un genio y debe estar en la universidad a los ocho años, carajo, pero más bien se le ve la cara de bobito y no. No creo que esté en la universidad...
  La madre, que lleva tres niños y, por lo mismo, tres "tontas" de útiles, camina despacio, delante de mi, luchando con la comparación de precios, deteniendo a los tres enanos que brincan y gritan y haciendo cuentas... Por el vestuario, el reloj de la señora y las sandalias de marca, pertenece a lo que antes llamábamos clase media - media y que ahora somos los "nuevos pobres".
   Yo voy unos pasos atrás, lentamente, también mirando: caigo en la seducción de la mercadotecnia, porque los útiles escolares están acomodados en trenecitos de cartón, escaparates con forma de transformers, una cueva llena de loncheritas y mochilas pequeñas, hay otra pirámide de plastilinas y crayones de colores maravillosos y de lapiceros con "tinta gel", (lo que demonios eso signifique), y muchos de los artículos ya tienen un letrerito: "20 % de descuento"...
    Como me es imposible pasar, me salgo y voy a la papelería cercana. Es inútil, porque no puedo entrar. Estuve a punto de ser arrollada por dos señoras, dos, que pesaban más o menos 227 kilos y medio, (entre las dos), y decidí conservar la vida y regresar en otro momento en que no estuvieran...
   ¿Realmente un niño de segundo de primaria necesita CIEN HOJAS papel bond, tamaño carta?. ¿Las utiliza?... ¿Necesita un juego de geometría marca tal y tal, si salen no sabiendo ni el dos por dos son cuatro?...
   ¿Para que carajo son las cuatro libretas, los lápices de colores, la carterita lapicera y los forros de plástico?...
   ¿Hacen algo con los 6 cartoncillos de colores y 6 cartulinas blancas que miré comprar a una mamá más bien muy triste?...
   No lo sé.
   Quizá los padres, si no fueran tan perezosos, podrían comenzar a contar las hojitas que los niños traen a casa, para comprobar que, efectivamente, se gastaron sus 100 hojas y no fueron a dar a la oficina de la directora de la escuela, ¡Dios me valga!, o a la sociedad de padres de familia o algún otro organismo no gubernamental pero bien documentado, digo.
   Recuerdo, con profunda nostalgia, los otros tiempos. Nos encargaban un cuaderno de rayas, uno de cuadros y uno de dibujo. No había libros de texto gratuito, con los garrafales errores que tienen, y nuestros padres nos compraban los libros básicos: Historia, Geografía, Geometría, etcétera, etcétera, que se pasaban a los hermanos pequeños o a otros niños amiguitos que no tenían para libros nuevos.
    A veces, ya en quinto año de primaria, nos pedían un cuaderno "de doblerraya", para la clase de Música, donde escribíamos, laboriosamente, las notas, con tinta china, que era una barbaridad de entintadero.
   Compartíamos las reglas, el sacapuntas, las gomas de borrar y si tirábamos basuritas al piso, un jalón de orejas y una escoba, para barrer, aparecían en el horizonte.
   Nadie se fijaba en las mochilas y no nos despedazábamos los unos a los otros porque el uno no tenía mochila y el otro sí. Éramos amigos...
   Hoy, parece ser que, desde la "tonta de los in - útiles", les estamos enseñando a los niños a practicar un egoísmo brutal y los estamos des - educando en un ambiente materialista en que los in - útiles escolares son los que dan valor a los niños y no sus cabecitas inteligentes. ´
    Un día de estos, habría que reformar la reforma educativa y a ver que carajos pasa...
 


 SAN VALENTÍN, EL ENAMORADO              Yo quería escribir toda suave y modosita sobre San Valentín y contar su enamoramiento de la hija de...