sábado, 10 de diciembre de 2016

¡BUENOS DÍAS, PAPÁ!

   Buenos días, Papá. Hoy 10 de Diciembre, es el día en que cumplías años. No importa cuántos. Mamá te preparaba tu desayuno favorito y se ibas a trabajar: el día nunca fue pretexto para faltar a tus deberes de Padre. 
   Perdona, Papá, pero ahora tengo el valor de confesarte que, de niña, (fuí niña, Papá, te consta), esperaba este día con mucho y goloso interés: sabía que a partir de hoy, tu llegarías a casa, (Padre Hormiga), con misteriosos paquetitos que contenían misterios que mis pocos años podían adivinar... Mi madre los supervisaba, etiquetaba y guardaba, porque no eran las vituallas del diario, sino las maravillas de Navidad. 
   "Deja eso, Marcela, es para la Nochebuena", decía Mamá. Pero de vez en cuando me permitía meter la manita en las bolsas de papel, nada de plásticos, donde estaban los piñones, la colación, los turrones, las avellanas, las galletitas, las nueces, ¡un costal de nueces, Papá!... Las nueces siempre fueron un problema, porque el único malvado cascanueces nunca aparecía y mis hermanos traían los martillos de tu caja de herramientas, los primos las partían a zapatazos y yo usaba la tabla de picar, la nuez se partía pero casi siempre me pillaba los dedos, lloraba un poco y seguía comiendo...
   Las fiestas de Navidad comenzaban hoy, Papá, en tu cumpleaños. Y así lo sigo haciendo, Papá, porque esta mañana me he zampado el primer mazapán de temporada y no resistí la tentación y abrí las galletas.
  Te cuento, Papá, que sigo el ejemplo que nos dieron tú y Mamá: desde este momento ando del tingo al tango reuniendo las golosinas y las sidras y los manteles y las piñatas y las velitas de la posada y todas esas cosas que tú llevabas a casa e, igual que Mamá, les pongo nombre y fecha y las escondo, pero es inútil: caigo Papá y me adelanto a saborear los sabores que me enseñaron...
   He tenido buenas aventuras, Papá y te aviso que tienes, de acá de este lado, un tercer bisnieto que se llama Paolo y que es mi tercer Mosquetero, con Arturo y Emmanuel, a quienes ya conoces y que al ratito llegan a casa. 
   Y también te confieso, Papá, que hablé de tí en público, contando las intimidades de una vida que, gracias a tí y a mi Madre, ha sido dura pero maravillosa. ¡Les conté cómo me enseñaste a disfrutar un buen vino y que me dijiste que no podría ser periodista, porque los periodistas no ganan para coñac!. 
   Pero no les conté otras cosas, Papá, porque no me daba tiempo: tu mereces el recuerdo de toda mi vida. No les conté que, cuando iba a salir de viaje, solita y mi alma, mi Madre preguntaba: 
   ¿Llevas ropa adecuada?, ¿Llevas una chaqueta, dinero, zapatos cómodos?...Pero tú preguntabas: 
    ¿Marce: limpiaste la pistola, llevas carga nueva, la probaste? ¿Llevas el cargador de repuesto?...
    Sí Mamá, si Papá, respondía la joven que fuí y me iba a la aventura con la seguridad de que era querida y esperada de regreso y siempre regresé con bien, Papá: me educaron como debe ser. 
   Claro que estoy llorando, Papá, porque te extraño mucho. Pero se que allá arriba donde estás con mi Madre me miran y deben estarse riendo. 
   Gracias por la vida, Papá. Recibe el amor de tu hija MARCELA 
   (Don Melquiades Prado Fitta, mi padre. 1909 - 1980).

 SAN VALENTÍN, EL ENAMORADO              Yo quería escribir toda suave y modosita sobre San Valentín y contar su enamoramiento de la hija de...