sábado, 11 de noviembre de 2017

LOS LIBROS, TINTA Y PAPEL

   No logré contarlos, pero los jóvenes se fueron acomodando en el piso, en algunas sillas o de pie, recargados en los casilleros o atrás de la mesa de exposición de libros. Otros más, en la escalera y aún pude mirar los que miraban en el corredor del primer piso... 
   Estábamos festejando, por adelantado, el Día del Libro, en la Universidad de las Américas, por invitación del catedrático e historiador Ricardo Teodoro Alejandrez, el viernes  pasado a las nueve de la madrugada... 
   Estaban la Directora del plantel, profesora Maira Fernández Morales y las maestras Lidia Martínez Ochoa y Ana Bertha Cabrera Chui, todas jóvenes y entusiastas... 
   Todo fue muy sencillo: la presentación del evento, unas palabras del Maestro Teodoro Alejandrez, y de inmediato me tocó la lectura "en voz alta", de un pequeño cuento. 
   Elegí "Los trabajos de la ballena", de mi queridísimo amigo Eraclio Zepeda, de su libro Andando el Tiempo, con ilustraciones de Antonio Martorell, otro querido amigo de las andanzas en que anduvimos andando el tiempo, desde hace tropecientos años, a principios de los ochentas... 
  El libro es una edición extraordinaria, por la calidad de los textos de Eraclio Zepeda y los espléndidos grabados de Martorell, (Martín Casillas, Fonapas, 1982), y, además, el riguroso cuidado que pusieron las poetas Elva Macías y Silvia Molina: total, un libro de colección... De mi colección... 
   El cuento luego se los cuento, pero como casi me lo se de memoria, pude bromear con los jóvenes estudiantes, "me pondré los catalejos", les dije y mientras hacía como que leía, espiar sus reacciones a la lectura con este vozarrón de que me dotó la Madre Naturaleza, pero sobre todo mi Mamá, (porque es el tono y el vozarrón conque me hablaba, cuando me perdía de vista y me encontraba leyendo... dentro del horno de pan, porque estaba calentito...)
   Les mostré mis libros favoritos en miniatura: El Quijote, en edición microscópica de la Editorial Saturnino Calleja Hernández, Madrid, Las Constituciones de México, (editada por Manuel C. Tello en 1958) y una edición de La Biblia, íntegra, que mide exactamente 3 por 4 centímetros. Lo compensé con mi mamotreto de cabecera, El Diccionario Literario Universal, de José Antonio Pérez Rioja, de la Editorial Tecnos, 1977, que me pesqué en Madrid un día de estos en La Casa del Libro... 
   Malandrinamente, al término de la lectura, avisé a los jóvenes, (que no se habían ido, fíjese nomás), que haría tres preguntas y que a quien respondiera le tenía un pequeño obsequio, libros, por supuesto, (Historias de Familia y La Constitución de Veracruz, de mi autoría, ni modo). 
    ¿Quién es Juan Vicente Melo?, ¿Qué escritor mexicano recibió el Premio Nobel?, ¿Quién es Alan Turing?... 
    Sorpresa total que me dejó patidifusa: dos jóvenes y una guapa y alta jovencita sabían las respuestas, lo cual me hizo feliz, porque, entre los chavos, no todo está perdido, digan lo que digan los demás, como cantaba Raphael, el guaperas... 
   Lo mejor de la mañana: los jóvenes llevaron "sus" libros, los expusieron en una larga mesa y le contaron a sus compañeritos de qué trataba el libro y por qué les había gustado... Recorrí la mesa y ¡Santos títulos Batman!, me encontré un Lovecraft y El Periquillo Sarniento y, es claro, muchos "best sellers", de los cuales dije a los jóvenes que no es que fueran malos, sino lo siguiente y que no importa: que lo importante es que comiencen a leer y poco a poco pasar de "Divergente" y el Cohelo a otros autores que si nos dejan algo en el cerebro y no sólo en las hormonas... 
   La maestra Lidia Martínez Ochoa, quien condujo el evento, me preguntó qué libros habían marcado mi primera juventud. No dudé: "Las Flores del Mal", de Charles Boudelaire, que leí a los 14 años y me abrió las puertas de un mundo que aún no se han cerrado y "En busca del tiempo perdido", de Marcel Proust, siete ladrillos que se me están desbaratando en las manos de tantas relecturas... 
   (Luego tuve que explicar a algunos de los jóvenes quienes eran tales autores y qué onda, no?...o séase
   Los libros: comprar un libro, tocarlo, mirar la portada o los grabados, acercarlo a la nariz y pasar las hojas nuevas, para aspirar el aroma de la tinta y el papel... cuatro de nuestros sentidos participan de ese milagro de un libro que llega por primera vez a nuestras manos... un día de estos, habré de ejercitar también el sentido del gusto: a qué sabe un libro nuevo...
   Gracias, maestro Ricardo, por hacerme recordar lo que significan los libros para el ser humano pensante y por darme la oportunidad de abrir un poco los ojos de unos jóvenes que están, como diría Borges, "en el jardín de los senderos que se bifurcan".. 
   Ojalá elijan el camino correcto... 
   Y nada más.. ¡Feliz Día del Libro! 






   

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