domingo, 7 de septiembre de 2014

CUESTIÓN DE HOMBRES...

   Entre mis numerosos pasatiempos, (no me pregunten a qué hora), está la costura, (trajes, pantalones, exóticos caftanes con reminiscensias antiguas, "mumús", trajes de noche que dejan patidifusas a mis amigas, disfraces de carnaval, trajes para los hijos y otros ectéteras),y la carpintería.
   Mientras que nunca he recibido miraditas de lado cuando compro botones, cierres, hilos, agujas, dedales, gredas, (patrones, ¡nunca!), forros y telas, (porque es lo común, las mujeres a la casa y ya Las señoras al bordado y al tejido, a la costura y a la cocina, a cuidar niños o maridos, a lavar ropa o a mandar a la servidumbre, las señoras a lo suyo, caraxo, que lo "otro", es cuestión de hombres...)
   En cada ocasión en que mi oro pasatiempo, la carpintería, me obliga a adquirir los útiles o materiales indispensables, se perfectamente a lo que voy a enfrentarme en ferreterías, madererías, tlapalerías, expendios de pintura y hasta en los supermercados...
   Llego, femeninamente ataviada y apestando a perfume francés coo mofeta y pregunto con mi voz más dulce y sexi:
   -¿Tiene un martillo de uña, por favor?...
   -¿Un qué...?, indaga aterrorizado el chavito vendedor...
   -Un martillo de uña. Y que se Trupper, de mango anclado, por favorcito, digo yo...
   El chavito váse al fondo del local a traer mi pedido y mientras tanto, ¡TODOS! los sweñores que están en el mostrador de la ferretería se me quedan mirando con sorna, con ironía y con cara de ¡Santo Dios!. El vhavito vendedor, mientras tanto, ya le contó al resto del personal que una ¡señora!, está comprando martillos de uña...
  Si pido "colas de pato" del # 2... me traen del 3 o del 00, hasta que me enfurruño. Si exijo que el repuesto de mi cepillo sea de marca, pretenden venderme uno sin huela. Si afirmo que no quiere ese serrucho de costilla, porque ya tengo dos y lo que necesito es uno grande de tanto por tanto, no ha habido ocasión en que surtan mis pedidos sin miradas de complicidad, que significan algo así como "aquí está una tonta que no sabe", hasta que los plancho dándoles una lección sobre tarrajas alemanas, marcas de herramientas, números y medidas de clavos, tornillos, taladros, diámetros y longitudes, tipos de pintura y otras maravillas que bien me enseñó mi padre, pero que ¡Oh, Dios Mío!, son "cuestión de hombres, fíjese nomás...
   No importa. Mi colección de herramientas va muy bien con mi colección de tijeras, botones, dedales y cintas métricas, No hay nada más divertido que el tarado vendedor que me pregunta: ¿lo midió usted con cinta de señoras?. Y yo saco, socarronamente, mi flexómetro de mi delicada bolsa femenina y se lo planto en la nariz y le digo:
   -Lo medí con esto, jovencito y quiero la medida exacta, por favor.
   A pesar de todo, me he encontrado, en alguna maderería cercana a mi corazón, viejos vendedores que me atienden privilegiadamente: saben que se y don Élfego Hernández, por ejemplo, no se ríe cuando le pido una tabla de "1 x 8 x 10", cepillada y lista para usarse, ni don Víctor, en otra maderería, se burla cuando me ve llegar y sabe que le haré un pedido ligeramente exótico, (ahora estoy reconstruyendo un copero para mi bar), y le digo sonriente que necesito un triplay de cedro de 6, pero cortado así y asá, y me atiende como si fuera bien conocedora... Viejos amigos...
   ¿Cuestión de hombres!... ¡Ni madréporas!
   Cuestión de personas, de gente que tiene sus muy personales gustos y qué. Cuestión de que no hay de que asombrarse, porque la costura y la carpintería se hacen con las manos y NO con otras partes de la anatomía y, definitivamente, me seguiré divirtiendo con las caras de angustia de los otros compradores y de los vendedores que preguntan:
   ¿Usted quiere un taladro de 5/8?...
   Si joven, porque ya tengo de 3/4....bruto...
   Y nada más..
   PD: cambié máquina. No entiendo nada. Espero que esto pase. Saludos y gracias por estarme preguntando por la ausencia.
   

miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TONTA DE LOS INÚTILES

 
   No es adivinanza, es sencillamente un juego de palabras. Traducido al español, es "la lista de los útiles". Yo le digo tonta y les digo in - útiles.
   Cometo el error de ir de compras en un día en que hay un tumulto.
   -Otro "recontramadrazo", pensé tristemente.
   Pero no: era un tumulto de madres y padres de familia, (algunos abuelos, también), que llevaban, además de la cara triste y la cartera flaca, una "lista de útiles escolares"...
   -¡Santos útiles, Batman!, me dije inteligentemente. ¡No deberías haber venido hoy!. Pero me gana la curiosidad sociológica, que es una enfermedad incurable, esto del estudio de la sociedad, que me ha causado no pocos problemas en la vida.
   Primero, al entrar a la tienda, me asaltan las pirámides de lápices, lapiceros, cuadernos, libretas, libretitas, libretotas, portafolios, mochilas, pinturas, reglas y escuadras, gomas de borrar y sacapuntas. Me asustan las libretas que tienen monstruos en la portada y me aterra mirar de que manera los niños corren enloquecidos para tener "esa" libreta con el deforme dibujo:
   -Esa no, dice la madre. Cuesta 38 pesos. Nos llevamos esta, que cuesta 20... Y además, te pidieron cuatro. (Conclusión: el monstruo cuesta 18 pesos).
   -¡Cuatro libretas!. Caramba, el niño debe ser un genio y debe estar en la universidad a los ocho años, carajo, pero más bien se le ve la cara de bobito y no. No creo que esté en la universidad...
  La madre, que lleva tres niños y, por lo mismo, tres "tontas" de útiles, camina despacio, delante de mi, luchando con la comparación de precios, deteniendo a los tres enanos que brincan y gritan y haciendo cuentas... Por el vestuario, el reloj de la señora y las sandalias de marca, pertenece a lo que antes llamábamos clase media - media y que ahora somos los "nuevos pobres".
   Yo voy unos pasos atrás, lentamente, también mirando: caigo en la seducción de la mercadotecnia, porque los útiles escolares están acomodados en trenecitos de cartón, escaparates con forma de transformers, una cueva llena de loncheritas y mochilas pequeñas, hay otra pirámide de plastilinas y crayones de colores maravillosos y de lapiceros con "tinta gel", (lo que demonios eso signifique), y muchos de los artículos ya tienen un letrerito: "20 % de descuento"...
    Como me es imposible pasar, me salgo y voy a la papelería cercana. Es inútil, porque no puedo entrar. Estuve a punto de ser arrollada por dos señoras, dos, que pesaban más o menos 227 kilos y medio, (entre las dos), y decidí conservar la vida y regresar en otro momento en que no estuvieran...
   ¿Realmente un niño de segundo de primaria necesita CIEN HOJAS papel bond, tamaño carta?. ¿Las utiliza?... ¿Necesita un juego de geometría marca tal y tal, si salen no sabiendo ni el dos por dos son cuatro?...
   ¿Para que carajo son las cuatro libretas, los lápices de colores, la carterita lapicera y los forros de plástico?...
   ¿Hacen algo con los 6 cartoncillos de colores y 6 cartulinas blancas que miré comprar a una mamá más bien muy triste?...
   No lo sé.
   Quizá los padres, si no fueran tan perezosos, podrían comenzar a contar las hojitas que los niños traen a casa, para comprobar que, efectivamente, se gastaron sus 100 hojas y no fueron a dar a la oficina de la directora de la escuela, ¡Dios me valga!, o a la sociedad de padres de familia o algún otro organismo no gubernamental pero bien documentado, digo.
   Recuerdo, con profunda nostalgia, los otros tiempos. Nos encargaban un cuaderno de rayas, uno de cuadros y uno de dibujo. No había libros de texto gratuito, con los garrafales errores que tienen, y nuestros padres nos compraban los libros básicos: Historia, Geografía, Geometría, etcétera, etcétera, que se pasaban a los hermanos pequeños o a otros niños amiguitos que no tenían para libros nuevos.
    A veces, ya en quinto año de primaria, nos pedían un cuaderno "de doblerraya", para la clase de Música, donde escribíamos, laboriosamente, las notas, con tinta china, que era una barbaridad de entintadero.
   Compartíamos las reglas, el sacapuntas, las gomas de borrar y si tirábamos basuritas al piso, un jalón de orejas y una escoba, para barrer, aparecían en el horizonte.
   Nadie se fijaba en las mochilas y no nos despedazábamos los unos a los otros porque el uno no tenía mochila y el otro sí. Éramos amigos...
   Hoy, parece ser que, desde la "tonta de los in - útiles", les estamos enseñando a los niños a practicar un egoísmo brutal y los estamos des - educando en un ambiente materialista en que los in - útiles escolares son los que dan valor a los niños y no sus cabecitas inteligentes. ´
    Un día de estos, habría que reformar la reforma educativa y a ver que carajos pasa...
 


miércoles, 6 de agosto de 2014

CARRETÓN DE LA BASURA, CABEZA DURA...

    Me fascinaba estar en la cocina de Mamá o de la tía María. Era un mundo de aprendizaje, "si tocas, te quemas", donde había maravillas como la olla de cuatro o cinco litros de leche que no se derramaba, porque Macrina la cuidaba hasta que hervía y al rato, uno podía comerse un bolillo con natas; la olla de los frijoles negros que, más al ratito, se convertían en frijolitos refritos en manteca de cerdo con cebollita picada, ¡que colesterol ni que narices!, el comal en que se cocían, tres veces al día, las tortillas hechas a mano que hoy cuestan una millonada, en caso de que las encuentre...
   Me fascinaba todo aquello que estaba más arriba de mi línea de flotación, porque tendría yo seis o siete años y me trepaba en una silla. Pero, abajo de mi línea de flotación, había dos cubetas, dos, con tapaderas hechizas. En una, debían tirarse las basuritas de papel, las servilletas, los envoltorios de los panes de lujo, los sobrecitos de las burbujitas que se bebían los hermanos después de una noche de farra y otras cosas que no supe nunca. En la otra, se vertían las sobras de los platos de comida y, aunque al principio no entendía por qué, entendí más tarde que era parte del alimento destinado a la granja de los cerdos, unos animalotes gigantes "oinc, oinc, oinc", que estaban en el recontratraspatio y que iban derechito a la olla de los jamones, las carnitas y otras cosas que hoy se compran etiquetadas en plástico, con fecha de caducidad y, a veces, traídas de Extranjia.
   No pasaba un camión, sino un carretón de la basura, ("cabeza dura, cabeza dura, carretón de la basura", decíamos los niños a los otros niños, que no sabíamos que era bullyng, pero lo practicábamos con la violencia de la ignorancia, cuando deseábamos decirles tonto, torpe, bobo y otras cuestiones)...
   Todavía no se inventaban lo de "orgánica" e "inorgánica", pero las viejas generaciones sin tanto bombo y platillo, lo practicaban con la responsabilidad de aquellos que pensaban no en sí mismos, sino en educar a sus hijos. Tampoco había Secretarías del Medio Ambiente, del ambiente entero o del ambiente tres cuartos, carambas, que me parece que sirven para maldita la cosa.
   Pasaba, digo, el carretón de la basura, tirado por un caballejo...
   Hoy, todos los días, pasa frente a mi casa el camión de la basura: grandote, blanco, con los logotipos del cabildo y convertido en anuncio ambulante y, a pesar de la belleza de su forma, es más bien samborotudo, porque a los lados cuelgan bolsas negras de plástico, llenas de no se qué cosas, sobre la parte superior viaja una fortuna en cajas de cartón bien aplastaditas, del otro lado van las botellas de plástico desechables y en otra bolsa las latas de chelas y refrescos. En navidades, hay una bolsa especial para los desechos de temporada, que deben valer un platal y que en las casas ya se han convertido en un estorbo, pero que para los señores de la basura son una fuente de ingresos...
   Lo terrible es la peste: durante algunos minutos, mientras se recogen los desechos, hay como un olorcito fétido.
   Y junto al camión, están ellos. Usan unos pantalones caqui, playera y gorra roja. Apilan cada dos o tres metros las bolsas que nosotras, las amas de casa, hemos puesto "en tiempo y forma", cuando sabemos que pasará el servicio de limpieza. Tienen la cara triste, las manos ásperas y no sonríen.
   Se ganan la vida levantando lo que usted y yo tiramos a la basura, sin distingo. Nadie les habla y ni siquiera saben su nombre. No les interesa saber nada del hombre que se gana la vida con la basura...
   Y se me parte el alma..
   Porque son hijos, esposos o padres. Tienen larguísimas jornadas. Ganan una miseria de salario mínimo y lo poco que reúnen en el fin de semana, pasando de casa en casa. No todos les damos un aguinaldo en Navidad y pocos somos los que sabemos qué día cumplen años sus hijos o ellos mismos.
   Los ignoramos...
   Ellos, además, están a las órdenes de los "reyes de la basura", que en mi caso, es un cerdo grandote, moreno de bigote, analfabeto, que en este momento es diputado. Él.
   Ellos, siguen pasando todos los días con el camión de la basura....

jueves, 31 de julio de 2014

DE LA PLUTOCRACIA Y OTRAS CRACIAS

   La Plutocracia, (no joven, Pluto no es el perro orejón de Disney, es otra cosa). La Plutocracia, digo, según Platón, es una de las formas degeneradas de gobierno, y significa que gobiernan los que tienen riqueza, ploutos.
   Bueno, comienzo por el principicio: un joven lector me hace una pregunta brutal y sin anestesia: "Maestra, ¿vivimos en una democracia?"..
   ¡Ay carambas!, le digo. Pérate un rato. Luego te explico...
   Como siempre, acudí a mis libros y me fue peor.
   Porque, cuando uno descubre que la Conquista la hicieron un puñadito de españoles con un bonche de aborígenes en plan sedición, cuando descubre que la Independencia la hicieron un puñadito de españoles -criollos- y un bonche de aborígenes, en plan búsqueda del poder y cuando descubre que la Revolución la hicieron los descendientes de aquellos criollos y un bonche de mexicanos, en busca de más poder, ocurren dos cosas: o se pone a llorar o se cambia de País.
   Yo me puse a llorar, porque aquí estoy todavía...
  Tengo sobre la mesa una barbaridad de libros abiertos, voy en la sopetecientas taza de café y no le he contestado el teléfono a nadie: estoy ocupada investigando la respuesta a la brutal pregunta...
   Según Platón, leo, la forma perfecta de gobierno es la Aristocracia, (el gobierno de los aristoi, los mejores, es decir los filósofos, los cultos, los honestos, los preparados).
  No, me digo, No estamos en una aristocracia..
  ¿A lo mejor estamos en una Timocracia, donde gobiernan los que tienen honor, "timé"?.. ¡Tampoco!, me respondo. Nunca llegaremos a una timocracia, carajo, aunque ésta sea una forma degenerada de gobierno, lo mismo que lo son la Tiranía y la Oclocracia, (donde gobierna la muchedumbre, "oclos"), aunque aquí si me detuve tantito a pensar porque a veces creo que nos gobierna la muchedumbre de las marchas, los plantones, las protestas, los bloqueos, las tomas de carreteras, puentes y tribunas parlamentarias y otros etcéteras.
   ¡A caray!. A lo peor si vamos derechito a la Oclocracia, digo, pero todavía no nos damos cuenta y la clase política no sabe Historia aunque siempre está en la histeria, fíjese.
   Pero no, en México, un país tan especial, nos hemos brincado alegremente a Platón y también a Aristóteles, porque no vivimos en una monarquía, ni constitucional ni parlamentaria, aunque es probable que sí sea una monarquía sexenal, como bien lo dijo Vargas Llosa pero no estoy muy segura.
   Y la Democracia, una de las formas puras de gobierno, según Aristóteles, tampoco la veo con buena salud, la pobre, porque está enferma de una cosa que es la forma impura y corrupta, la Demagogia, que usted puede ver, sentir, palpar, pagar y sufrir todos los días cuando escucha a los parlamentarios federales y estatales haciéndole al cuento y se miran las fotos donde se regalan canastas básicas, sillas de ruedas y otras maravillas, digo.
   Para colmo, nos brincamos a Polibio, que pretendía un "equilibrio de poderes", cosa que ¡ni soñando miro!, mi respetable preguntón, que me ha puesto a trabajar horas extras.
   Creo, (todavía sigo bajando libros del librero), que también nos brincamos a Maquiavelo: "O todos los estados son Repúblicas o son Principados", dijo en 1513.
   Quién sabe, medito, quien sabe. República - república, lo que se llama república, pues no estamos muy seguros, pero en cuanto a lo de Principado si me queda la duda maquiavélica, porque usted podrá notar que tenemos el principado de Michoacán, el principado de Puebla, el principado de Nuevo León, el principado de Cancún y otros que se me olvidaron. Pero no. No están reconocidos por nuestras leyes, todavía...
   Como estoy realmente atorada y ya he salido al jardín a gritar como dos veces ante la imposibilidad de encontrar una respuesta clara, porque todavía me falta estudiar la Dictadura Militar, el Semipresidencialismo, el Parlamentarismo, el Unipartidismo y otras madres, mejor recurro, como siempre, a reírme alegremente del mundo en que vivo, para no seguir llorando que se me estropean las pestañas, digo y acabo por descubrir, ya en plan de maestra, que no terminé de explicarles quien carambas es Pluto, que no es otra cosa que el Dios de la Riqueza, hijo de Ceres y Jasón, quien no sólo andaba de picos pardos por el Vellocino de Oro sino por otras cuestiones. Pluto, abrazando su Cuerno de la Abundancia, es ciego, porque el malvado de Júpiter le quitó la vista que repartiera la riqueza sin distinción de persona: aquí en México, le pusieron lentes.
   Claro, que, todavía por definirse, también tenemos en nuestro país la "Bebecracia", (un montón de chavalitos y barbies despampanantes que no saben ni la U, pero que son diputados, senadores, funcionarios, dirigentes y otras cosas).
   Y, por supuesto, tenemos la Narcocracia y si no, que se lo pregunten a los desaparecidos... cuando los encuentren.
   También existe la "Cleptocracia", forma de gobierno descubierta por un buen amigo, que es persona culta, leída y escribida, además de honesta. Es claro que está en proceso de institucionalización y luego les cuento.
   Seguiré estudiando, porque me quedan muchas "cracias" por descubrir.
   ¿Pregunta contestada, mi joven lector?... Uffff
 
 
 
 

miércoles, 30 de julio de 2014

EL DÍA DEL TEMBLOR

 
   Cada vez que tiembla, (martes, 5:46 de la mañana, 6.4 Richter), pienso en mis padres. (No joven amigo, no en esos viejitos necios que son los abuelitos de sus hijos. No.) Yo pienso en mis padres jóvenes, hermosos y enamorados, que hicieron más cosas de las que ustedes y yo hemos hecho o llegaremos a realizar.
   Pienso en ellos y en una de sus historias de amor. Ocurre que mi madre, una güera grandota y bella, maestra normalista a la vieja escuela, llegó a un hermoso pueblo donde mi padre, el guapo, la miró y dijo: "Con ella me voy a casar". Los amigos se rieron, pero así fue. Festejaron poco más de sus Bodas de Oro, antes de partir.
   El caso es que Mamá, fuereña, culta, directora de la Escuela Primaria del lugar era una de las personalidades del pueblo, (los otros eran el alcalde, el cura y mi papá), y a pesar del agnosticismo de mi padre, ("yo creo en Dios, no en los curas", decía), se organizó en Semana Santa una representación teatral donde a Papá le tocó el papel de Herodes.
   Gran escenario, todo el pueblo reunido, banda pueblerina, discursos, obra de teatro. A Papá lo sentaron en una silla de esas grandotas como de obispo, bien caracterizado.
  Con su hermosa voz, su parlamento, en el momento de la muerte de Cristo, lo obligaba a decir:
   -¡Pero que es esto, la tierra tiembla!...
   Y tembló.
   Y allá va mi padre, con todo y trono de Herodes, proscenio y demás parafernalia, al suelo, mientras la obra de teatro se iba al carambas y se armó la tremolina. Mis padres lo contaban muertos de risa y cada vez ponían más detalles...
   Pero esta vez no sólo pensé en mis padres, sino en todos los temblores por los que hemos estado pasando los mexicanos quienes, sin darnos cuenta, estamos inmersos en un período de "sismismo". No me equivoqué, repito, SISMISMO, que no es otra cosa que un "conjunto de fenómenos sísmicos considerados colectivamente", que nos han estado moviendo el piso, el techo, la cuenta de banco, los impuestos y otras madres y no hay protesta que valga, ni caminata, ni marcha, ni será el sereno.
   Porque si usted se fija, estamos inmersos en los estremecimientos de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, los calambres de la Ley de Inversión Extranjera, la temblorina de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, los espasmos del Código Penal Federal, los temblores de los ejecutivos estatales antes la Ley Federal de Entidades Paraestatales, y los estertores, casi epilépticos, de la Ley de Educación...
   ¡Ya no pongo más!, tengo a la vista no menos de 25 nuevos lineamientos jurídicos  federales, más los estatales y los que se acumulen esta semana, que han cambiado en los últimos meses y ya todo lo que estudié en derecho no me vale para un carajo, a pesar de mis dieces.
   Al final, llego a pensar que el sismo del martes pasado no fue un simple acomodamiento de las capas tectónicas de la Tierra, sino que la Tierra, como el ente vivo que es, se sacudió los hombros abruptamente para ver si era posible librarse de esta raza bípeda, nosotros, que la estamos llevando al matadero.
   Bien decía mi padre:
   -¡Pero que es esto, la Tierra tiembla!...
    Y nada más...
 
 
 
  


martes, 29 de julio de 2014

AVES DE RAPIÑA

   Es claro que todos ustedes conocen las aves de rapiña, las cuales, según mi diccionario siempre a la mano, "tienen el pico encorvado con la mandíbula superior ganchuda, patas plumosas, tarsos con escamas, dedos musculosos, ásperos por debajo, unidos por su base y con uñas robustas, encorvadas y puntiagudas y pulgar dirigido hacia atrás, a la altura de los demás dedos".
   Pueden ser, en Zoología, "diurnas como las falcónidas y vultúridas y otras nocturnas, como las estrígidas".
   A estas alturas de mi aprendizaje, estoy botada de la risa, porque he aprendido un par de palabrotas que utilizaré la próxima vez que tenga algún encuentro desagradable:
   "Eres un vultúrido", le diré a no se que individuo y me iré tranquilamente, en tanto el pobre hombre aprende a leer y se compra su diccionario.
   Sigo mi clase de hoy y aprendo que las aves rapaces, (aves de rapiña), son, entre otras, el águila, cóndores, búhos, quebrantahuesos, alimoches, cernícalos, serpentarios, lechuzas, caranchos, milanos, gavilanes, harfangos, mochuelos y cornejas y ya no pude seguir leyendo, porque mi vocabulario habíase ampliado lo suficiente para enfrentarme al mundo en que vivimos y poner pinto a quien tuviese la osadía de enfrentarse conmigo en un duelo verbal, (la espada del Abuelo está guardada y he vendido toda mi colección de pistolas, ni modo), que la palabra y la pluma son más poderosas, todavía.
   Acabé pensando en las aves de rapiña después de leer los diarios y escuchar las noticias: ¡carajo!, hombres rapaces, me dije.
   Y como no me gusta dejar las cosas a la mitad, quise darme esta lección "zoológica-literaria-sociológica", para comprender todas las palabras y las imágenes conque me aturullan cotidianamente, en mal español, ni modo, y que me dejan exhausta, como si hubiera corrido detrás de los niños que corren para huir de la guerra, o de la mujer que lleva dos ovejitas en un cesto sobre la cabeza tras los bombardeos en Gaza, o la mujer que llora porque le han matado al hijo, en Puebla, o enfurecida con la mujeruca que, en Ucrania, amaneció maquillada con el maquillaje que le robó al cadáver de otra mujer muerta en el avionazo...
    O con nuestros legisladores "falcónidos - vultúridos", (por lo diurno, nada más), que han convertido la sede de las Cámaras en patio de vecindad, en mercadillo sobre ruedas, (con todo respeto para los mercaditos), en tianguis de cuarta, en arena de circo donde sí hay animales, pero sólo tienen dos patas y el domador se fue a dormir la siesta por la canícula...
   Pero luego me quedé pensando, (a veces, lo hago), en que lo de hombres rapaces, aquellos dados al hurto violento, no sólo son aquellos que roban lo material, sino que bien pueden ser aquellos que, posicionados en la cúspide del poder, nos andan robando, despacito, muy despacito, muchas de nuestras libertades, de nuestra paciencia, de nuestros derechos, de nuestras vidas, así nomás, como sin darse cuenta y como en este momento me acabo de beber un trago de vino para pasar el mal trago, acabé por redactar un "punto de acuerdo nacional" y proponer que, de plano, a todos los futuros candidatos de las elecciones en todo el país, les hagan un examen "rapacífero", para estar seguros de que reúnen las cualidades necesarias inherentes a la labor pública o séase, las características de los falcónidos, vultúridos y estrígidos y, en caso contrario, no podrán ser electos, faltaba más.
   Estoy segura de que aprobarán con diez.
   Y nada más...
  
  
  

sábado, 26 de julio de 2014

TURISMO CHATARRA

   Todo comenzó en la puerta y fue mi culpa.
    Me falló la estrategia temporal: llegar ANTES que los "superpaseantes", (esa caterva de jóvenes estudiantes o ninis, que cantan, corren por los pasillos, gritan, tocan todo, se embolsan algún pequeño objeto y no compran nada), y DESPUÉS  del "club de los madrugadores", hombres y mujeres, trabajadores, que arrasan con las mejores frutas y verduras, compran el pan recién horneado por costales para las tortas de la esquina y desaparecen más rápido que un billete de cien pesos.
   Fue mi culpa, digo.
   Porque en la puerta me encontré a La Tribu.
   El Gran Jefe Panza Ancha, cincuentón, vestía, ya, traje de baño tamaño "King size", playera tamaño mosquitero, zapatos de canotaje, ¡con calcetines! y un gorrito comprado en la playa, que fue azul pero tiraba más bien a gris peluche. Sudaba...
   La Reina Consorte empujaba el carrito atascado hasta las orejas...
   Junto a ella, dos niñas adolescentes a la "moda piruja", (esa moda que usan, con el pantaloncito rabón, la blusa que deja al descubierto un hombro sexy, media teta al aire y chanclas de marca, pero chanclas. No sandalias. ¡Y con "vidriantes" a las diez de la mañana!). De algún modo, que he practicado pero no lo consigo, llevaban los audífonos, una bolsa de papitas bajo el brazo izquierdo, el telefonito en la misma mano y al tiempo que escuchaban música, hablaban con la hermana, chateaban con el novillo y hacían como que no iban con la parentela, lograban comer papas como si les fuera la vida y sin pensar en la silueta, porque están en la edad en que son huecas y por más que coman no engordan...
   Estorbando a la Reina Consorte, dos niños de cinco o seis años de indescriptible moda: no logré captar de qué iban vestidos y sólo pude distinguir el color chillón de su vestuario y dos o tres monstruos en las playeritas.
   Muy lentamente y apoyada en un bastón de esos "cuatripatas", la Reina Madre. (O la Reina Suegra, no lo supe), acompañada de una señora de mediana edad, (entre 50 y 60), que la apoyaba. Es el tipo de señora que no falta en ninguna tribu que se respete, porque o bien es la tía solterona que invitan para que cuide a la Reina Madre y a veces haga de "babysitter", o séase, ¿veeeés?, o es una vecina colada acomodaticia que aprovechandito la amistad se lanza de vacaciones pagadas, "aunque yo pago lo mío, amiga", dicen siempre.
   Quién me dio profunda tristeza fue el último de la tribu. Mayor que los niñitos, menor que las niñitas. Entre doce y trece: tenía cara de "ya quiero regresar a la escuela, por favor", porque era el único preocupado por la tribuidad, el que no sabía donde meterse de la pena ajena, el único que vestía un vaquero, playera de color verdecito y sandalias de playa. ¡No llevaba móvil ni tapaorejas!....
   Pero el carrito...
   El carrito fue lo mejor: cuatro refrescos gigantes de cola, dos de color anaranjado, tres bolsas gigantes de papas, otras que decían "nachos", (cualquier cosa que eso signifique), cinco - digo - cinco six packs de chelas "bien elodias", un botella de ron y otra de whisky, dos botellas de esa miserable bebida que beben las niñitas adolescentes porque es dulcecita y no saben que, además de pesar una borrachera bárbara, pescarán con el tiempo una hermosa diabetes melitus pero cuádruple, ¡pero quién les dice!, un rollo de toallas de cocina, una bolsa aplastada donde alcance a leer "...trikis" y ya no me acuerdo que más...
   Chatarra. Turismo chatarra.
   La chatarra no tiene nada que ver con la economía, sino con la educación. Con la pereza. Con el hambre que no se quita sino con el hartazgo. Con la hueva, ¿veeeéss?...
   Fascinada en mi estudio antropológico, me quedé en la puerta y me hice una apuesta que gané: la tribu subió a una de esas camionetotas de cristales ahumados, (que antes sólo usaban los políticos, luego los narcos y ahora las tribus), lograron meter la chatarra en la cajuela, más bien atascada de sillas playeras, salvavidas, neveras y otras cosas que me dio mucha pena espiar, y se fueron peleando porque nadie sabía quien tenía el boleto del estacionamiento....
   ¡Santas vacaciones, Batman!. Atascados estamos de turismo chatarra, que no dejan más que basura en las playas, choques en la esquina por la velocidad a que manejan en plan "chofer contaminado", no se interesan por conocer las cosas bellas y su concepto de vacacionar estriba en la borrachera playera, la comida chatarra, dormir la mona, comer picadas y garnachas, tostarse como pollo en barbacoa, despellejarse para comprobar que estuvieron de playa y regresar a sus casas de un genio de perros...
   ¡Y apenas van doce días!... ¡Y contando...!
   Carajo...
 

jueves, 24 de julio de 2014

EL ROSTRO DEL MIEDO

Para doña Alma Liévana, quien extraña mis palabras...
   Son las 22.45 de la noche. Estoy intentando escribir, porque lo he dejado por cosas que no le interesan a nadie más que a mí y a mis 327 Jerrys, y a mis tres lectores y medio que me echaron bronca por la ausencia...
   Suena el timbre y los miro, juntos los cuatro, detenidos en el portón de mi casa, como patitos de feria, vestidos con sus trajes de camuflaje negro - blanco, con los chalecos kevlar, sus AK-47, sus cascos negros. Uno de ellos destaca por su estatura, pero el comandante es el bajito de la derecha, con el arma terciada de cartucho cortado.
   -Señora, sonó una alarma...
   -No en esta casa, dije...
   -Necesitamos su ayuda...
   -"Ay carajo", pensé.
   -Es en la casa de junto, señora, ayúdenos...
   -A mi temor, se impone mi conciencia ciudadana. Abro el maldito portón y pregunto:
   -¿Qué pasa?..
   -Sonó alarma en el edificio de junto a usted. Vimos una sombra dentro, la puerta está abierta y otra sombra pasó sobre el techo...
   Otro carajo me sale del alma, porque me retumba el corazón como en su centro la tierra, hombre. El marido escucha el escándalo y se levanta, medio dormido, en plan de guerra... ¿Dónde vas?..
   Ni le contesto. En ese momento, mi amable vecino en piyama y descalzo, ha salido por el escandalazo del alarma, "al - arma", el girospopio rojo - azul de la camioneta de la Policía Naval, mi vozarrón más fuerte por el temor, los pasos militares sobre la banqueta y el "uuuuuhhhhh" de la bocina oficial...
  No podemos entrar, señora, si un civil no avala nuestra participación. Por favor, ayúdenos.
  -¿Nos permite revisar?... Usted es la colindancia...
   Ay, carajo, dije. Colindancia. Que palabrotas a estas horas de la noche...
   Miro a la izquierda y mi vecino ya está en la puerta, con su joven hijo, aterrados como yo, que hemos sufrido algunas "inclemencias de la violencia que no existe en México". Y tampoco en Veracruz, claro, hombre de Dios.
   -¿Me acompaña, por favor?...
    El vecino le pide al hijo sus lentes y zapatos, que anda en piyama y clanclas. Hay 28 grados y son las once y cinco de la noche...
   El marido mío, a quien dejo en la puerta de la casa para resguardar el fuerte, abre el portón del jardín para que uno de los cuatro patitos navales pase a revisar. Prendemos todas las luces, porque hace no mucho tiempo han entrado a casa. Revisa. Miro como le escurre el sudor sobre la frente y bajo el casco negro. Es un hombre bajito, fuerte, moreno, pero está pálido, me imagino que igual que yo estoy más bien morada...
   Caminamos unos pasos, vuelta a la derecha, el portón principal del negocito está abierto.
   -Por favor, déjenme tomar fotos...
   -A nosotros no, señora, por favor...
   -A ustedes los respeto. Quítense...
   -Tomo fotos del portón, no forzado, abierto, mientras el "al - arma" sigue sonando...
   El vecino amable, su hijo y yo somos más bien empujados hacia la derecha del portón, a resguardo de un probable fuego cruzado, pero allí estamos como idiotas, tratando de ser útiles...
   El corazón me retumba.
   El comandante corta cartucho. Entra el primero. Está pálido bajo su piel morena. Ahora el sudor no son gotas, son chorros que le bajan por las mejillas y en la nuca, que miro como en sueños. Espero que sea un sueño, me digo...
   Pero el calor y el viento cálido me siguen haciendo sentir que es la realidad...
   -!Alerta!, dice el Comandante.
   Los otros tres, el alto y los dos de mediana estatura, el que revisó mi jardín y otro más, se destraban el barbiquejo, cortan cartucho y entran...
   Los miro: podrían ser mis hijos. Andan en treinta años, cuando mucho. Son hijos y hermanos. Tíos. Deben ser padres. El miedo hace pálidos sus rostros, que es lo único que se alcanza a ver bajo toda la parafernalia del uniforme, ¡carajo!, a tantos grados de temperatura. Botas cerradas de campaña. Chaleco antibalas. Ellos no saben si, al entrar, los recibirán a balazo limpio, mientras el vecino, su joven hijo y yo, aterrados, estamos a resguardo tras la pared...
   Finalmente descubre que un tarado "máistro albañil", está pintando a deshoras, porque no pudo venir en el día y "pos no oi el ruido", dice el bruto.
   Ellos, los cuatro hombres uniformados, cumpliendo su deber, tienen miedo.
   Ahora entiendo que entren a balazo limpio, carajo. Entiendo. Yo hubiera entrado con la espada dsenvainada, la .45 con cartucho cortado y pecho a tierra, digo...
   Tienen miedo.
   Yo también....
  
  
 

sábado, 14 de junio de 2014

CARTA A MI PADRE

Papá; ti había pensado
escribirte estos versos
de calcetitas blancas...
Pero pronto
ajustaré treinta años
y mi voz no es la misma
de la escuela primaria.
Ya no soy una niña y de repente
descubro que te quiero
con madura dulzura de recuerdos,
de muñecas y lágrimas...

¡Los años que han pasado, Papá!
¡Cuántos caminos caminaron tus pasos
paralelos al paso de mi Madre
para llegar al hoy y esperar a mañana!
Las penas que han sufrido, Papá...
(Yo recuerdo los llantos de mi Madre,
las esperas nocturnas,
las tranquilas sonrisas,
los hijos que crecían: el amor maduraba).

¿Recuerdas
las monedas de cobre que dejabas
caer en nuestras manos
en el viejo molino de tu pueblo?
De reojo, Mamá nos observaba...

¿Y te acuerdas, Papá,
del Güero de Orizaba?
¡Las montañas de helados de vainilla,
de fresa, de guanábana!
Los bigotes de chocolate dulce
las manitas manchadas!
Yo me acuerdo, Papá...

Y me acuerdo también
de aquella noche triste
en que murió Pierrot
a la luz de la luna,
mis lágrimas amargas..
Y ese pozo en el patio,
el horno de la casa,
tus manos con cincel y con martillo,
-las ruedas de molino-
molienda de mañana..

Yo me acuerdo, Papá,
de aquellas cosas buenas
que compartimos todos en la sala
de una casa de pueblo
de médicos piratas
de curas pregoneros
cafetal y guitarras...

(Pero Papá: he crecido.
Me encuentro en el espejo reflejada
la cara de mi hijo
y treinta años de tiempo a mis espaldas...)

Crecimos lentamente. Maduramos
llegamos a la orilla de la risa,
del llanto y la palabra.
Descubrimos que el mundo no es tan fácil
como ayer... Pero basta:
he dicho que este verso
es de calcetas blancas.

Y luego de repente
el equilibrio en los tacones altos.
La figura se alarga. Pilar se va a Xalapa,
(la que enseñaba en sueños
enseña niños
como perros y gatos en un costal).
Los hermanos casados
el nacimiento de los hijos,
del hijo de mi sangre....

Pero los tiempos cambian, Papá.
Tu eres el sostén de una familia
y mi madre, Pilar...

Y estos versos, Papá, son mi regalo,
-aunque me falta mucho por decirte,
y aunque tengo treinta años-,
porque hoy me visto con mi traje de niña
Para decir, Papá, que todos te queremos.
Mi madre, mis hermanas, mis hermanos
las ramas de tu árbol
desde ayer y para siempre. Amén...
Veracruz, 1975.

(Fragmentos)

lunes, 9 de junio de 2014

DE LA PATADA...

   Todo está listo. El campo. Los jugadores...
   Por todos lados se ve la camiseta. Todos se han puesto su camiseta. Hasta los autodefensas chaquetearon y se pusieron su camiseta, (con la ventaja de que ahora están en nómina, como es claro, listos como son).
   El País está en juego. La permanencia democrática del País, está en juego. Aunque parezca mentira, dependemos del equipo. O de los equipos, quién sabe...
   A unos pocos días de que comience este encuentro 2014, pese a las huelgas, manifestaciones, marchas, caminatas, secuestros, protestas y otras desventuras sociales, nadie quiere perderse detalle.
   Se miran, por todos lados, las ofertas para conectarse por cable, disco o satélite o como se llamen esas cosas que no comprendo, en módicos abonos y con las despampanantes figuras de hermosas modelos haciendo sus des - figuras a ritmo de algo que podría ser zamba, salsa o algo peor...
   Todo México estará pendiente: los niños no irán a clases, los oficinistas se reportarán enfermos, los obreros harán huelguitas de brazos caídos, los padres de familia harán acopio de sus triple pack y las mujeres, ni modo, se resignarán a tolerar los parlamentos inacabables e incomprensibles y hasta, en algún momento, disfrutarán del espectáculo, que una nunca sabe en que puede terminar, porque la esperanza es lo único que muere aunque, eso sí, con papitas fritas y otras botanas...
   Numerosos comandos, armados de alicates, desarmadores y alambritos, han peinado las tribunas y las zonas VIP, arreglando desperfectos y buscando objetos extraños, no sea que en un descuido los equipos vuelen en cachitos, que no es cosa de perder, también, el orgullo nacional, que algo nos queda, si usted se fija.
   Los equipos están preparados, digo. (Aunque corren rumores en las redes anti-sociales, de que algunos equipos tuvieron sus intríngulis al momento de determinar las estrategias de juego: unos se iban por lo técnico, los buenos modales, la dignidad y el honor, pero otros, por desgracia, querían optar por lo rudo: patadas, manazos, cabezazos y hasta mentadas de madre, "que también les duelen", como diría la Doña María Félix en una patética película mexicana, La Cucaracha, de hace algunos ayeres, pero que siempre está de moda por la vulgaridad...
   No hay nada que hacer, mas que esperar el pan de Dios envuelto en una tortilla o un taco de carnitas, que sabe "más mejor" como diría un mi compadre que ya se me olvidó cómo se llama. Nada que hacer. Esperar...
   En cuanto se abra el campo de juegos, sabremos a que atenernos...
   Sabremos si los equipos no se harán pedazos discutiendo la reforma energética y si, de plano, se darán hasta con la cubeta. Sabremos si la tal reforma hará que cueste tantito menos la energía eléctrica y que dejen de asaltarme con el costo del gas doméstico.
   Sabremos si ganaron los buenos mexicanos o ganaron los sindicatos, los enjuagues, los embutes, los compromisos personales y la lana, compadre...la lana, sobre todo.
   Sabremos si los integrantes de nuestros equipos, que también nos cuestan una millonada, carajo, hacen bien su trabajo y no se quedan dormidos en sus laureles...
   Sabremos si los rojos, azules, anaranjados, negros, verdes y multicolores de veras son mexicanos, de veras son hombres y mujeres de bien, de veras tienen vergüenza.
   Entonces lo sabremos....
   Pero mi única preocupación, en este momento, es que por ningún lado miro a nadie que tenga los tamaños para hacerla de árbitro... Hay jueces de línea que, a lo mejor, saben leer y escribir.
   Pero... ¿dónde carajos está el árbitro!...
 
  

sábado, 24 de mayo de 2014

MANTENIMIENTO

 
   Sin previa cita, me tomo un expresso doble, cortadito y con Pooky, a las 6:45 de la madrugada me lanzo a la buenaventura. Cecilia nos recibe tan amable como siempre: "No se preocupe, maestra, a mediodía estamos listos"... Gracias, murmuro yo, que necesito de urgencia otro café...
   Sopetecientos mil pesos más tarde, Cecilia me informa que todo correcto. Nomás me firma aquí, por favor, y espere en la sala de espera y listo...
   De regreso, Pooky no me dirige ni media palabra...
   Envalentonada por Pooky, decido visitar a mi propio médico, previa cita, como es claro y espero que esta vez no esté en ningún congreso...
   -Qué gusto verla por aquí, señora!, Cuénteme todo...
   Allí es donde uno comienza por explicar que tiene un dolor que se le corre por aquí, pero más bien por allá, que en lo general está bien, pero que en lo coronel más vale prevenir que lamentar y por eso acudo con él, que me parece de lo más valioso, digo...
   -Naturalmente, señora. Gracias. Estamos más o menos por patatín y patatán, me explica, pero dadas las circunstancias colaterales y conexas, (refiriéndose sin duda a mi edad, estatura, peso y otras similares), para dar el mejor diagnóstico, preciso que se realice usted los siguientes exámenes...
  Y se tarda un poco, porque me da una larga lista llena de siglas, -por los siglos de los siglos, amén- que de entrada me espantan y de salida, peor, porque es algo así como un TP, un tapatío, un EGO, super EGO, un URO, un USB... (no, no, nó, el USB es de la Chirrip, mi PC, qué susto), un USG y otras maravillas que no comprendo y se toma usted dos litros y medio diarios de agua natural, al tiempo y el viernes dos litros de agua de Jamaica y entonces, con los resultados, aquí nos vemos...
   Como mi otro médico me pide más o menos lo mismo, "antes de un diagnóstico adecuado, fíjese", decido llamar a mi amiguita Lulú:
   Lulú llega de madrugada y me da un poco de miedo, armada de una jeringa gigante, frascos, torundas, liga para el brazo, frasquitos pequeños, etiquetas y una factura que casi acaba con mis reservas vitales:
   -Un piquetito, maestra, que no duele... ¡Y sin nadie que me apapache a las 7 de la mañana!...
   Finalmente, armada de un expediente digno del Pentágono, acudo a mi previa cita. No les cuento más nada, excepto que la visita a la farmacia acaba con mis reservas vitales...
   ¡Ayyy!, pienso. Aún recuerdo, (que no hace mucho, hombre), cuando mi madre decidía, un par de veces al año, que las niñas necesitábamos ser revisadas por el Médico:
   -¡Qué gusto doctor Sánchez Vargas!. Tómese un cafecito... El Doctor, que fue médico de cabecera de toda la familia y hasta que nos hicimos grandecitas, nos miraba con esa mirada de todos los médicos:
   -Saca la lengua y di Ahhhh...
   -Tose fuerte... otra vez...
   Luego, delicadamente, bajaba cada unos de nuestros párpados, los examinaba atentamente mientras yo estaba más bien bizca y me empezaba a doler la espalda de las palmadas de la tosecita...
   Todo bien, Maestra, le decía el doctor a mi madre. Las niñas sólo necesitan unas vitaminas, hay que prevenir las gripas y una purga para prevenir los males estomacales y nada más... En el raspón de la rodilla le pone vitacilina y en el moretón del brazo un poco de árnica...
   ¿Dónde se quedaron aquellos médicos generales de cabecera?...¡No sé y los extraño mucho!.
   Porque ahora, un dentista NO es un dentista: es un odontólogo. El otro, un ortodoncista, pero pediátrico, geriátrico y de adultos only. Y si usted necesita que le saquen una muela, debe acudir a un "cirujano dentista maxilo-facial", que no le saca una muela, sino que le hace una operación "osteoplastia" o algo parecido, le manda a casa con una tonelada de medicinas y una lista enorme de "indicaciones postoperatorias", que uno se muere pero del susto...
   Pero ni modo: después de los cincuenta, las tareas de mantenimiento son obligatorias, aunque no gratuitas ni laicas, porque uno anda con el Jesús en la boca...
   Pasen un buen domingo...
  
 
   

martes, 20 de mayo de 2014

LOS MARIACHIS CALLARON...

   Estoy en el portal de Veracruz, en Plaza de Armas, casi a la hora azul de Agustín Lara. A una hora en que, todavía, no llegan los elementos básicos de un portal veracruzano.
   Y entonces, de repente, los mariachis callaron...
   Pero se callaron porque, en la banquetita del portal de uno de los hoteles de lujo del puerto, en que estoy alegremente instalada, sábado, caraxo, ha llegado a poner su expendio una señora disfrazada de tehuana, que cargó, con mucho esfuerzo, una cubeta de plástico (de esas de pintura), una olla de peltre café de unos 30 centímetros de diámetro y otros tantos de alto, una bolsa de plástico llena de algo que descubrí más tarde, otra cubetita más chica, una olla thermos azul, (que se veía de lo más pesado), otra bolsa de mecate llena de vasos y platos de plástico y, ¡por fin!, se sentó, ¡exactamente frente a donde yo estaba mirando mi Plaza de Armas!, estorbando el panorama...
   Los mariachis callaron, digo. Pero se callaron, porque todos fueron con la disfrazada de tehuana, a pedir el "lonche"...
   -A mi el mole con arroz, sin pollo...
   -Póngame dos tamalitos rancheros...
   -No, doña. Yo nomás quiero unos tacos dorados, pero seis...sin picante...
   -¿Trae atolito de avena o qué?...
   Yo estaba decentemente disfrutando mi canasta básica, (queso, pan y vino), y llega la señora aquella a destrozarme las papilas gustativas porque, por supuesto, se me antojó toda la barbaridad de manjares mexicanos, de esos que, además del polvo de la calle, la basura que vuela, la falta de higiene y todo lo demás, ¡huelen a sábado de gloria!...
   Pero nó, me dije. Aquí me quedo, mirando... Miré de tal manera el negocio, (¡nada de facturas, notas, impuestos y otras madres!), que estuve a punto de renunciar a mi jubilación y hacerme un hueco allí mismo, hombre, que por las cuentas del gran capitán que le estuve contando, ganó en esa tarde más que muchos pobre jóvenes que se joden la vida en una oficina ocho horas diarias y, además, tolerando al jefe...
   Alberto, el ceremonioso mesero, me informa:
   -Es inútil, maestra. No la hemos podido correr de allí...
   -¡No me diga!, le dije, pero él si me dijo... Ni modo...
   Me cansé de rogaaarle.. Perdón. Me cansé de mirar el asunto e intenté mirar hacia los árboles de mi plaza, a la hora en que los malditos pajarracos hacen un escándalo bárbaro para buscar su rama favorita...
   El portal de Veracruz... A esa hora, pardeando la tarde, salen del hotel tres parejas de turistas despistados. Uno, con traje negro, corbata roja, zapatos y sombrerito blancos. Ella, con traje rojo con la pierna derecha al aire y una como mascada de tul blanco... El otro, con camisa floreada, sombrero y pantalón negro. De la tercera pareja ya no me fijé, porque estaba botada de risa...
   Seguro que vienen a filmar una telenovela mexicana, pensé. A lo mejor, la segunda parte del Danzón aquel en que destrozaron la historia del danzón, dije.
   Mientras, se me van los ojos tras el individuo papanteco disfrazado de papanteco, que exhibe unas varas largas con los voladores de Papantla: los cuatro muñequitos voladores vuelan, lentamente y el malvado se detiene frente a mi mesa, porque bien que sabe que lo estoy mirando y a punto de llamarle, hasta que el marido, que es hombre inteligente, me lo impide...
   El papanteco se va, pero llegan las chicas del tacón dorado... La verdad, muy elegantes. Es un bar de primera, ¡así te cobran el copetín!, y mientras los mariachis ya han tomado su segundo aire, los turistas con dos menyules a cuestas, se van tras la finta...
   ¿Usted, estudia o trabaja?...
   Ni estudian ni trabajan, pero no se los digan...
   Cuando los mariachis callaron, se arranca la Banda Municipal: "tarracacha chan chán, charrachán...!, porque es tarde de danzón y más tardan en soltar la última nota que arrancarse la marimba, ¡oye la marimba, como rezumba, cuando canta para tíiiii!...
  Y me fascina el portal de Veracruz, porque sólo aquí se ven todas estas cosas, grandes y maravillosas y porque he estado en muchas otras plazas, pero ninguna tiene este aire de fiesta todo el año, todo el día, pardeando la tarde, sobre todo, a la hora azul...
  Veracruz y su portal. Sobrevive, a pesar de que no hay partido que no quiera partirle más bien, lo que se dice, la progenitora...
   Y nada más...
  
 
  
  
 
 

domingo, 18 de mayo de 2014

OTOÑO

   Mi querida amiga Cristela me ha pedido copia de estos versos de amor. Aquí están, aunque es claro que estamos en domingo...
NOTA. Se leen acompañados de tu pareja, una copa de vino que se deje beber y una caja de pañuelitos...

OTOÑO

Aún nos queda tiempo
para decir te quiero
al hombre de mi vida,
al hombre de mis sueños,
el padre de mis hijos,
abuelo de mis nietos.
No sé por cuánto tiempo
nos proteja el destino,
pero hemos caminado
por el mismo camino...
Cruzamos los arroyos,
nos golpeó la tormenta,
hubo tardes muy tristes
y mañanas muy tiernas...
No miro mis arrugas
ni tu cabello cano,
sólo miro tu mano
que me diste hace tiempo,
cuando éramos tan jóvenes,
tan bellos, tan perfectos!
Estamos en otoño,
nos llegará el invierno,
pero hoy quiero decirte
que mi amor es eterno...

MARCELA.
Febrero 14, 214

sábado, 17 de mayo de 2014

LOS CERILLITOS

   La fila no es muy larga, por lo cual cometo el error de ponerme en la línea. Primero, está un hombre en los cuarentas, grandote él, con un especie de sábana que deduzco es una guayabera. Es probable que, entre las lonjas de su redonda humanidad, esté una cartuchera pero no estoy muy segura... Luego, la Señora y atrás de ella y delante de mí, una muchachita pequeña que empuja un carrito y arrastra otro a medio llenar...
   El "Guayaberas" adopta el "modo obstáculo", es decir, bloquea totalmente la salida. La muchachita comienza a poner las compras en la banda que tantito se sume con el peso. La Señora permanece impávida e impertérrita, sin bajar la vista más allá de su, quizá, 1.55 de estatura, por lo cual está mirándome los hombros...
   La cajera se afana...
   El Cerillito, quien es mi amigo, empaca lo más rápido que puede, pensando en una buena propina, el pobre.
   El Cerillito tiene las manos llenas de pecas de la edad, arrugadas y ligeramente artítricas, creo, porque noto su gesto de dolor al abrir las bolsas, poner la mercancía lo más apretada posible, (los regañan si dan bolsas de más) y acomodarlas en el primero de los carritos que protege el "Guayaberas"...
   La cuenta es grande, como de dos mil sopetecientos veintiocho pesos y 38 centavos, creo. La Señora saca una billetera Prada de una bolsa Prada, (¡divina!, perfecta para una noche de farra en París), extiende una de las veintisiete tarjetas y firma con el mismo ademán conque, me imagino, firmaron la Constitución los Padres de la Patria. Guarda la tarjeta en el billetero y saca un monedero ¡divino!, y le da cuatro pesos cuatro, al Cerrillito que está a punto del infarto.
   A una seña de La Señora, el "Guayaberas" echa mano a la cintura como queriendo pelear, pero no: saca el boleto del estacionamiento para que lo sellen, que veinte pesos son veinte pesos... Inmediatamente, Guayaberas adopta el "modo moscardón", (esos bicharracos acorazados que vuelan alrededor de uno sin que nada los ahuyente)... La Señora camina lentamente hacia la salida, (al fondo, creo escuchar la marcha Aída, pero no lo se) y la muchachita empuja un carrito y jala el otro...
   Los Cerillitos... en algunos lugares, los disfrazan de jarochos con paliacate rojo al cuello. En otros, los uniforman de azul o verde o blanco. En todos lados, los Cerillitos se parecen....
   Son viejos jubilados de alguna oficina, trabajadores a quienes las pensiones no les alcanzan ni para las medicinas. Viudas que no saben hacer más nada que atender una familia, pero ya no tienen familia que atender ni familia que las atienda. Viejos solitarios y enfermos que apenas pueden con su alma y que hasta se sienten afortunados de tener la oportunidad de empacar el super de La Señora, ¡faltaba más!, porque eso les permite, en un horario brutal de ocho horas, tener una entradita extra para lo que Dios disponga, mientras miran como La Señora, usted y yo, afortunadas que somos, podemos comprar ese quesito especial, el juguetito de los niños, el pan de lujo y otras maravillas, y entre más alta sea la cuenta, lo prometo, más baja es la propina...
   Pertenecen a la tercera edad pero no están en sus años dorados. No saben de programas especiales ni tienen seguridad social, pensiones adecuadas o perro que les ladre.
   Son los Cerillitos a quienes, quizá, usted nunca saluda....
   Pero existen. Y alumbran, con su esfuerzo, una sociedad que camina a oscuras....
   Y nada más...
 
 

jueves, 15 de mayo de 2014

DOÑA CARMEN

   Doña Carmen anda por los cuarenta, es bajita, morena, tantito gordita pero guapa y la conozco desde hace un tiempo. Es dueña de las "Frutas y Verduras" en que encuentro algunas de las maravillas del día, incluyendo dulces mandarinas que mis nietos adoran...
   Ante la disyuntiva de sufrir penurias a causa de un marido que tenía el grave problema de un exceso de "productos de gallina", Doña Carmen decidió tomar el toro por los cuernos y ponerse a trabajar.
   Lo que tomó fue una carretilla y con la fresca de las cinco de la mañana, iba al mercado cercano a traer las frutas y verduras que comenzó a vender en lo que había sido la sala de su casa, (no más de tres por cuatro, no pidan más, hombre, que son "tamaño infonavit"), bien elegidas, fresquitas y un tantito, pero no mucho, más caras que en el mercado grande, que francamente está para llorar.
   Con un instinto natural de las leyes de la oferta y la demanda, sin más estudios que la primaria, Doña Carmen fue agregando artículos a su vendimia:
   -Debías tener aquí tortillitas..
   -Con este calor, pues unos refrescos, Carmen...
   -Ay!, Carmen ¿por qué no pones pollo?... ¡Está lejísimos el expendio!...
   Y otros etcéteras, por lo cual al rato Carmen cambió la carretilla por una camionetita de segunda mano, porque ya era un poco más lo que, todas las mañanas, acarreaba como hormiga, siempre fresco y sin fechas de caducidad como otras que me sé...
   Carmen iba ya por el segundo embarazo, pero no dejó de atender su negocio...
   Un día de norte huracanado en Veracruz, doña Carmen decidió mandar a volar al marido con viento fresco, porque no daba una y se la pasaba viendo una tele chiquita dentro del negocio y nomás estorbando... Correr al marido le permitió recuperar un metro cuadrado de espacio y ampliar el mostradorcito del pollo, al fondo a la derecha, además de quitar la tele que, parece, fue parte del acuerdo de huracanada separación...
   Ya más tarde, Carmen logró adquirir una camionetita cerrada, (no último modelo, es claro), pero cuando menos ya no le daba el norte de frente y podía llevar a las dos niñas a la escuela, que salieron ¡igualitas a su mamá!, trabajadoras, buenas estudiantes, a quienes miro con sus uniformes azules de escuela pública, (donde también, aunque usted no lo crea, a veces se encuentran buenos maestros), que se la pintan solas para ayudar a la madre y que hacen la tarea en el negocito, mientras cobran un pedido, saludan a la clientela, barren ¡otra vez!, la banqueta, quitan la basura para que esté impecable y no apeste a rayos fritos y otras maravillas y las miro, digo y me da el "orgullo ajeno", por ellas y por su mamá...
    En casos de extrema urgencia y para los buenos clientes, Carmen se trepa a la camioneta y tiene reparto a domicilio y si no es ella, es un sobrino chambeador que llega con la bici a dejar los pedidos y que se gana sus buenas propinas y va que zumba para, algún día, instalar su propio negocito...
   Y le cuento todo esto porque, en este momento, egoístamente, mi única angustia existencial no son las leyes políticas o energéticas, sino la ley hacendaria, por el impacto que está última pueda tener en mi entorno...
   ¿Carmen tendrá que darme factura por tres peras, dos manzanas, un cuarto de queso y medio de tortillas?...
   ¿Tendrá que comprarse una compu para las facturas electrónicas?...
   O lo peor, ¡horror!, ¿tendrá que contratar un contador experto en evasión fiscal, que son los más caros?...
   O, más peor, ¿llamará al marido para seguirlo manteniendo y ponerlo en el rubro de "deducibles"?...
   No lo sé. No tengo la menor idea y, a veces, se me ocurre escribir una carta de queja a alguno de los diputados de mi distrito, pero no estoy muy segura de que sepan leer...
   No se pierdan el próximo capítulo...
 
 
  

martes, 13 de mayo de 2014

LOS JUEGOS DEL HAMBRE

  Estaba decentemente tratando de escribir un texto muy oficial, consultando mis viejos códigos, que se han quedado obsoletos y ob - solitos, por culpa de los vagabundos vividores que tenemos, esos a los que les dicen di-puta-dos y cena-dores, que se gastan mis impuestos en cafecito y cosas peores, que no digo, porque soy una niña decente y esas cosas no se dicen, nomas se mientan, de vez en cuando, caraxo...
   Estaba, digo, aplicadísima al asunto cuando sonó el timbre, "ringggggg", lo cual significa que el individuo que tocaba estaba desesperado... Pegué un salto hasta la lámpara, que no está muy alta pero si peligrosa, porque a media mañana no esperaba a nadie, había pagado religiosamente mis impuestos, mi Petrushka había terminado sus labores, ( y además, tiene llave), y ya habíamos hecho las compras y a los de la basura, el gas, el velador, el policía, el cartero, el repartidor de periódico y otros individuos que me exprimen cada semana, no les tocaba darme lata...
   Me resigné a salir al calorón de 37 grados a ver al culpable...
-Perdón, señora, perdón...
   ¿Perdón de qué?, pensé muy inteligentemente...
   Luego luego me dí cuenta del asunto, que tan bruta no soy... 
   El presunto era un hombre de baja estatura, cabello y bigotes canos y sin peinar o más bien, peinados al estilo "vientos del noroeste", moreno y enjuto, con un pantalón de dril gris y una camisa que fue azul en los tiempos de María Castaña, apoyado en una muleta hechiza, es decir, un palo de escoba, (pero vieja), con una cruceta clavada al Dios dirá, donde apoyaba el brazo izquierdo. Su pierna izquierda terminaba a la altura de la rodilla...
   -Perdón, señora, perdón...
   No le permití seguir, entré a casa a buscar el monedero, más bien escuálido, para darle unas monedas que de ninguna forma lo ayudarán, porque no le alcanzarían más que para un kilo de tortillas o una coca o una picada veracruzana, o, quizá, para una cerveza, no lo sé, no quiero saber, porque también soy cobarde...
   Me acerqué al portón y deslicé las monedas en su mano...
   -Gracias, señora, perdón, cuídese mucho, que viene un norte muy fuerte con rachas de ochenta kilómetros, se cuida por favor, que también hará frío y muchas gracias, perdón, señora, perdón...
   Me miraba con ojos de impotencia...
   Me quedé pegada al portón, mirando como caminaba dificultosamente, arrastrando su muleta, sus 70 años de pobreza, su angustia de toda la vida, su vergüenza por pedir limosna, su desesperanza de hasta nunca....
   Allí me quedé, enfurecida y con los ojos arrasados, pensando en los maravillosos programas contra la pobreza, los regalitos de casas a las madres, el seguro popular, (que pagamos usted y yo con nuestros impuestos), el desabasto de medicinas, la madre que parió en el baño del hospital, los viejos abandonados en el asilo y en la calle...
   Allí me quedé...
   Hemos llegado, me dije, a lo juegos del hambre. Ni siquiera hay que pedir voluntarios porque millones de mexicanos, involuntariamente, juegan todos los días los juegos del hambre. ¿Quién fue este viejo, que hizo, dónde perdió la pierna?.. ¿Qué hospital no lo atendió, que sociedad permitió que salga a la calle arrastrando su vergüenza para pedir limosna?... ¿Qué carajos hice yo para impedirlo?...  
   Y el maldito timbre me destrozó la mañana...



lunes, 12 de mayo de 2014

LOS FESTEJOS

La Madre se levantó tantito antes de la siete, a preparar el desayuno del marido, (que sí iría a trabajar), y el desayuno de los más pequeños, (en los veintipico, los angelitos), que se levantarían tarde porque les habían dado libre el día festivo.
Luego de lavar los platos, ¡feliz día de la madre, mamacita!, la Madre se fue al marcadito grande, porque anoche los hijitos mayores, (en los cuarentipico, ellos), le avisaron que irían a comer para festejarla: ¡cómo no, mamacita, si es tu día y allá vamos a verte!, dijeron con mucho amor.
La lista del mercadito era más bien grande, porque había que comprar las cervecitas para los mayores, el whiskyto del señor marido, que no tomaba otra cosa, "por la presión, mija, que ya me caen mal las cubas", las cocas de dieta para las cubas de la mayorcita, pobre, que estaba tantito pasada de peso pero que le pidió unos tamalitos para la fiesta, (mamá, porfa), que a la Madre le hizo de emergencia una su vecina, que total, también tenía la dicha y el honor de que sus hijos llegaran a saludarla en tan especial ocasión, o séase...
A ver: faltaban las botanas, ¡faltaba más!, un poquito, (muchito),de queso para picar, las aceitunas de Carlitos, las papas de Fulanita, (la gorda), los refresquitos de los nietos, pobres, que no podrían comer el mole y los tamales, por lo cual habría que prepararles una sopita de pasta o algo para llenarlos y estar pendiente de que no se comieran los alimentos que les habían prohibido los doctores, ¡qué barbaridad!, mamá, si mijito no puede comer eso, ya te dije...!
Cuando la Madre regresó del super, la pobre  azagata ya tenía cocidos los tres pollitos, (menos, imposible), y había lavado la "superolla", patrona, que me costó mucho trabajo sacarla de hasta arriba, donde la pusimos el año pasado, le dijo, toda sudorosa y más bien enfurruñada, como cada vez que la Madre le avisaba que vendrían los hijitos, que ya sabía a lo que se enfrentaba...
Tres pollos y dos kilos de pasta de mole más tarde, con la mesa puesta de manteles largos, las chelas enfriándose, los refresquitos fresquitos, la botaniza en las charolitas, los servilleteros llenos, el árnica, la caja de curitas y  el sal de uvas muy a la mano, a la Madre le dio tiempo de darse un baño rápido, tapar las arrugas de cansancio con tantitos polvos de la madre Matiana, ocultar las canas con su peinado de emergencia, (no le dio tiempo de ir al salón), y volar a la sala a proteger los controles de la tele con la bolsita de plástico que siempre le ponía en estas especiales ocasiones, por si las chelas y las salsas, revisar que estuviera bien puesta la mesita de los nietos, en el rincón menos peligroso, (sin cristales cercanos), revisar que la azagata hubiera puesto todas las sillas y es claro que se encontró al marido, "pedí permisito, mija, para acompañarte", echándose la primera para los nervios, cómo nó, que ya sabes que ver a la familia me gusta mucho pero me da temblorina, dijo...
La amable vecina, con la cabeza todavía llena de tubos de colores, le llamó por teléfono para que fuera por los tamales, que ya estaban listos y todavía faltaba, ¡Válgame Dios!, recoger el pastel que había encargado la noche anterior, cuando le avisaron de la fiestecita y las cuatro bolsas de hielo, "a ver si alcanzan", en la tienda de la esquina abierta las 24 horas del día, por supuesto, que para eso las tiendas de conveniencia se pintan solas...
¡Qué felicidad de la Madre!...
Fueron llegando los hijitos con mucho amor, cargados de más botanas y hasta (eso creo), de un ramo de flores más bien mustias, que uno de ellos había comprado de carrerita en una parada de semáforo, porque al otro bruto se le había pasado comprar el arreglo floral que todos habían pensado en honor a la Madre, pero había tenido festejo de oficina y apenitas se iba levantando el pobre y la lana se la había gastado para curarse la cruda...
No cabían en la mesa, aunque era grande. A la Madre le tocó en la esquinita, (lo más carca de la cocina posible, para que todos estuvieran atendidos)... Mamá, pásame otro tamalito, Mamá, sírveme otro platito de tu mole, que me gusta tanto, Mamá, ¿Qué ya se acabaron las chelas?, mamá, ¿hay más tortillas?.... ¡Niños, no griten tanto!
Una hermosa comida...
Con la fresca de las doce de la noche, (la muchacha había caído rendida en la batalla), mientras la Madre levantaba el desa - guisado del comedor y lavaba los últimos platos de la cumbancha, en la sala había un sonoro des - madre, porque los hijos y el marido estaban viendo la repetición del partido de la mañana, los pobres, porque no lo habían visto para festejar a su mamacita del alma...
Esto y cosas peores, pasan en el día... de la Madre.
Y nada más
 
 
 
 
 

sábado, 10 de mayo de 2014

Aprendiendo..

Comencé a escribir en una viejísima máquina de teclas durísimas que me rompía las uñas, a los diez años de mi edad. Al rato, pasé a una Olivetti que me regaló mi madre un día de las madres, cuando ya era madre. Luego, una eléctrica que se atoraba, porque yo escribía muy rápido. Más tarde, a una computadora que no entendía... Ahora, a los sopetecientos años, estoy aprendiendo a escribir en esta página, en este medio, que aún desconozco... Pero si algunos a quienes conozco aprendieron, lo haré... Yo sola me digo buena suerte y este aprendizaje, hoy, es mi manera de festejarme... Hoy tampoco haré de comer...

viernes, 9 de mayo de 2014

Mañana es día de las madres. Un día contra los otros trescientos y pico del año en que las madres, ¡ni madres!, somos madres. Mi madre, la profesora María del Pilar Revuelta de Prado, (1911 - 1999), fue algo especial: todos los hijos tienen una madre especial. Quiero recordarla así... SIEMPRE TÚ MADRE... Para mi mamá Profra. María de Pilar Revuelta de Prado Por mi fortuna, Madre nunca me enseñaste a ser esclava. No me limitaste el horizonte a las cuatro paredes de la casa, no me encadenaste a la cocina, ni al carro del bebé: me diste alas, me heredaste el futuro. Entre nosotras, Madre, jamás se utilizó la abnegación como papel moneda. No me exhibiste, Madre, como una mercancía, no me vendiste: me dejaste ser yo. Y no soy abnegada, ni sumisa, ni fiel como los perros. Soy leal, pero eso es diferente. Por mi fortuna, Madre, no eres de aquellas las cabecitas blancas ni la abnegada madre mexicana. Tu eres diferente: toda una Mujer. Nunca me existe que pagara todo eso que me diste. No me chantajeaste con el amor filial, ni aquello que te debo, ni todo el sacrificio: no me cobraste el llanto. Tu nunca has sido, Madre, de las que peinan canas y ven telenovelas murmurando en casa del vecino jugando a la canasta: tu eres diferente... Me marcaste la ruta y me dejaste los caminos abiertos: no me cerraste el círculo del tiempo. Y tu figura es dulce, pero fuerte, y tu mirada es tierna, pero altiva y me alienta la fuerza de tu sangre. ¿Y todo aquello, Madre? Los cantos, las sonrisas, las lágrimas... Son palabras gastadas: que las digan los otros, los que nunca entendieron el secreto lenguaje sin palabras. Entre nosotras, Madre, el respeto es el único contacto de mujer a mujer. Me niego a regalarte lavadoras, televisores, juegos de cocina, alfombras importadas. Porque me como el pan de tu cariño setenta veces siete cada día durante todo el año es hipócrita y triste pagarte tanta vida con dádivas. Yo no me hinco, Madre, nunca me enseñaste a doblar la rodilla. Me diste dignidad. Que los otros se compren su perdón. Que compren con regalos la conciencia tranquila. Que besen a sus madres como Judas. Entre nosotras basta este silencio: yo heredé tu palabra. MARCELA PRADO Veracruz, Mayo 10, 1077.

 SAN VALENTÍN, EL ENAMORADO              Yo quería escribir toda suave y modosita sobre San Valentín y contar su enamoramiento de la hija de...