domingo, 10 de septiembre de 2017

CRÓNICA DE UN HURACÁN ANUNCIADO...

   Lidia se va y el día 5 comienzan los rumores de que llega Katia. Atrasito, en el mapa, se ve ominosamente Irma y más atrasito José. No es la Santísima Trinidad. 
   Ya para el día 6 el rumor se convierte en realidad y el huracán anunciado se ve tantito peor. Los medios nos aturullan con información, pero no me comunican nada. Decido que no voy a creer pero, por si las riadas, subo a la planta alta las cosas de valor: cartas, acuarelas de mi señor marido, libros, álbumes de fotos, documentos... Me hago tonta sola, porque la verdad es que, después de la amarga experiencia de Karl, en el 2010 ¡y también en septiembre!, cuando vi mi casa arrasada, una como angustia de la catástrofe me pega profundamente... 
   Acabo agotada, pero mientras miro las noticias y trato de ver mi serie favorita, (policías y ladrones, con mucha persecución, tiros y tortazos), sigo pensando, (cosa que hago de vez en cuando, hombre), que me faltan muchas cosas por poner a salvo: la botita de mi Madre que sólo tiene 105 años, las fotos recientes de los nietos, dos medallas de Emmanuel y sus nuevas llaves de la casa, los textos de Arturo y sus reglas de fútbol, el tambor de hojalata de Paolo, la cava de madera, veintidós ratones de peluche que están por toda la casa, los manteles que me han regalado mis hermanas... ¡Ay carajo!, pensé otra vez: no acabaré nunca... 
  Y entonces recibo una llamada, de las más importantes de mi vida. "Abuela: te confieso que lloré un poquito. Ví en las noticias que llegará un huracán a Veracruz y no quiero que les pase nada al Abuelo y a tí..." Es la voz de Emmanuel, (mi nieto de ocho años), que me parte el alma. Me pongo una curita en el alma y le digo la verdad: ya he puesto a salvo muchas cosas...¡No, el Abuelo y tú!. 
   Entonces miento.
   "No te apures, le digo. Ya tengo una maletita preparada para salir corriendo en el Pooky, a un refugio o a un hotel, con todo y Abuelo". Eso lo tranquiliza...
   Decido hacer realidad mi mentira y comienzo a preparar una maletita de emergencia, para que no me pase lo mismo que hace siete años, en que salí corriendo en bermuda, chancla y cargando a La Nena y más nada. Teléfonos, cargadores, tableta, medicinas, algo de ropa, lámpara, los libros de cabecera... En el chat con mis vecinos, me entero de que ellos están haciendo lo mismo. 
   Ya había hecho compras no precisamente de pánico, pero si de precaución. 
   "Queso, pan y vino: la canasta básica está lista", me dije y es claro que agregué alimentos no perecederos, que les dicen, aunque no lo entiendo porque finalmente me los como, digo. 
    Y entonces, señoras y señores, para completar el asunto, tiembla. Y ustedes y yo salimos empiyamados a la media calle. Y hablamos a los hijos y nietos y demás parentela y saturamos las líneas:"¿Están bien?"... Claro que nadie se siente bien, carajo!
   Los días 8 y 9 nos la pasamos pegados a las noticias y a los rumores y a los chats y a los telefonazos. ¿Pega, no pega, se desbordan los ríos Jamapa y Cotaxtla?, ¿no se desbordan?.. ¿Habrá un golpe de agua, no lo habrá?... 
   Porque, con todo y la saturación de mensajes, no se ha encontrado un medio realmente efectivo para decirnos, a los presuntos damnificados: "Hagan ustedes el favor de irse al carajo, que a las tales horas esto estará inundado". Todavía no se encuentra...
   Esperaba, por ejemplo, que mi jefecito de manzana se reportara con todos nosotros pero fue inútil: sirve para un barrido y un fregado pero nada más. Y NO TODOS lo veracruzanos disponen de radio, televisión, internet, chats con amigos conocedores y amables o diarios en que enterarse de las cosas y se la pasan con el Jesús en la boca, pegados al río, esperando y esperando, hasta que nos tranquilizan diciendo que los ríos bajan, que puedo guardar mi maletita de emergencia y comerme la canasta básica y se acabó... 
   Es domingo y, a las cinco y media de la mañana, me tomo el primer café y miro la llovizna que cae suavemente sobre mi calle. Me asomo, aterrada, a revisar que no se haya inundado. No. Esta mojada pero el agua corre bien... respiro. 
   Mi amiga la ardilla me mira, trepada en mi barda y le sonrío: no te preocupes. No pasará nada, le digo para consolarnos... 
   Y se acercan más huracanes...
   Y aquí estoy, como Isabel, "viendo llover en Macondo"... 

   
   


 SAN VALENTÍN, EL ENAMORADO              Yo quería escribir toda suave y modosita sobre San Valentín y contar su enamoramiento de la hija de...