viernes, 21 de julio de 2017

CON JUAN RULFO: UNA PUESTA EN ESCENA

   La culpa la tuvo Emilio Cuevas desde que leyó Cartas a Clara, que escribió Juan Rulfo a su esposa Clara Aparicio, desde que se enamoró de ella cuando ella era muy, muy joven. Emilio se encontró el libro, ese y otros, y con la complicidad de Margarita Peña, organizó una jornada literaria en el IVEC, en la cual participamos Alberto Sangabriel, joven actor y quien esto escribe, como se dice...
  Todos de negro hasta lo pies vestidos, tuvimos la fortuna de un público que abarrotó la sala: hubo que traer sillas y bancas y aún así, muchos se quedaron de pie pero no se fueron: gracias, eso quiere decir que les gustó el asunto. 
   Emilio leyó varias de las Cartas a Clara y se le notaba la emoción, cosa que es importantísima a la hora de participar en un asunto como este, porque no hay nada más terrible que la falta de imaginación o la falta de emoción, porque a todo conferencista que se respete le compete, está obligado, a hacer partícipe de un sentimiento o de sus sentimientos a quienes lo escuchan: en caso contrario, no pasa de una lectura cursi que puede hacerse en cualquier grupito de lectura de los que ahora tanto abundan y donde los veracruzanos, fíjese bien, andan descubriendo la Literatura a los 60 y tantos, y se quedan sorprendidos de textos que dejaron de ser importantes hace como sopetecientos años. 
   Tiene razón Cristina H. Rociles: fue una buena puesta en escena y confieso que hasta hicimos ensayo, en casa y a La Hora del Amigo, para que todo resultara lo mejor posible. 
   Usted, que no estuvo, debe saber que Alberto entró, ya con la sala a reventar, caminando despacio y leyendo textos de El Llano en Llamas, ante la sorpresa y el azoro de un público que no sabía de dónde llegaba la voz y ese era el chiste... 
    Ya entonces Margarita Peña, magnífica en su papel de presentadora, hizo los honores y eso dio tiempo a que siguiera llegando gente, lo cual nos tenía agradablemente sorprendidos, porque significa, ¡por favor!, que no toda jornada literaria es aburrida: los aburridos son los que la ofrecen... 
   Emilio leyó, repito y leyó bien y Alberto por su parte hizo la lectura de otros tres fragmentos de El Llano en Llamas y es claro que me pasé un buen rato sosteniendo el micrófono, pero no importa, porque de esa manera su joven voz llegó a toda la sala y poquito más. 
     A mí, como se ha hecho costumbre no se por qué, me tocó al final y en otro espacio encontrarán mi texto, "JUAN RULFO: CARTAS A CLARA", corregido y aumentado, porque me obligo a escribir todas mis participaciones, por modestas que sean, porque es una manera de demostrar respeto a quienes nos acompañan, que merecen exposiciones claras, bien estudiadas y, si se puede, hasta divertidas. 
   Hilda Verde pidió otra carta, por favor y por supuesto que Emilio Cuevas lo hizo con gusto y Alejandro Schwart, maestro y amigo, nos dio cátedra de sus conocimientos sobre la obra fílmica basada en la obra de Rulfo y dijo una frase genial: 
   "Cuando se preguntan por qué Rulfo no escribió nada más, creo que es superfluo. No necesitaba escribir nada más que esas dos joyas de la Literatura", en lo cual estamos total y absolutamente de acuerdo: no hay cosa más terrible que los autores que padecen "diarrea mental", pero que no tienen nada que decir y, sin embargo, sus libritos se venden como pan caliente. 
   (Digo, me refiero a libritos de esos que se titulan "Como ser feliz en diez días", "Como hacer dinero en un año", "Como bajar de peso en dos semanas" y otras barrabasadas por el estilo y hasta incluyo las sombras del tal Grey, que no es más que pornografía disimulada). 
   La obra de Pierre Verger, cuyas extraordinarias fotografías siguen expuestas en el IVEC, fueron de veras el marco perfecto: esos personajes retratados por Verger son exactamente los que uno se imagina en Comala y en todos los llanos a que nos arrastra Rulfo y hasta puede uno encontrar a Fulgor Sedano en blanco y negro y a otros que seguirán en la memoria colectiva... 
   Gracias a todos los amigos que nos acompañaron y espero que hayan disfrutado esta jornada, en el centenario del nacimiento de Juan Rulfo. 
   Y nada más. 



JUAN RULFO: CARTAS A CLARA

   En uno de los más extraordinarios ensayos de Carlos Monsiváis, "Notas sobre la cultura mexicana del Siglo XX", incluído en el segundo tomo de la Historia General de México, (edición de El Colegio de México, 1976), habla sobre la obra de la llamada "Generación del 50", según la llamó José Emilio Pacheco, ("un rótulo que posee la vaguedad y la precisión necesarias", afirma Monsiváis), que incluye naturalmente a Juan Rulfo, Juan José Arreola, Rubén Bonifaz Nuño, Jorge Ibargüengoitia, Jaime García Terrés, Jaime Sabines, Augusto Monterroso y un largo etcétera, en que se incluye mi poeta favorita, Rosario Castellanos. 
   "El en Llano en Llamas y en Pedro Páramo, dice Monsiváis, Juan Rulfo vivifica admirablemente el idioma de los mexicanos y extrema y renueva un proceso narrativo. En su obra, continúa Carlos, culmina y se extingue una tradición novelística". 
   "De un tajo, Rulfo libera a la narrativa mexicana de la imposición de un realismo equívoco". 
   Esta es, a mi leal saber y entender, la frase que resume la corta obra de Juan Rulfo, con los 17 relatos de El Llano en Llamas de 1953 y Pedro Páramo, de 1955, Rulfo recomienza la narrativa en México. 
   Aquella generación, que incluye poetas, narradores, novelistas y cosas peores, había leído a William Faulkner, Ramuz o José Guadalupe de Anda y había encontrado un camino literario desconocido hasta ese momento, no ignorando la recién concebida y aplaudida narrativa revolucionaria, sino hallando otras formas estilísticas que no necesariamente "quieren persuadir o conmover", que cada quien la interprete como le va en la feria o como le fue en la Revolución. 
   DE PELÍCULA...
   Con títulos y viñetas de Vicente Rojo, fotografía de Gabriel Figueroa y un guión que dirige el propio Rulfo, con Carlos Fuentes y Manuel Barbachano Ponce, Carlos Velo dirige, en 1967, la película "Pedro Páramo", con el guapo John Gavin en el personaje de Pedro, quien, según la crítica de entonces y hasta ahorita, no la hizo en absoluto con su cara de palo y su acentito gringo, en tanto que Ignacio López Tarso se sublima en su papel de Fulgor Sedano, porque ocurre que así, precisamente, se imagina uno al maldito de Fulgor Sedano, con esos ojos semicerrados, la mirada de lado y penetrante... Pilar Pellicer, actricita entonces de moda, encarna a Susana San Juan y Julissa pasa de cantante de rock al papel de Ana Rementeria, mientras que una desconocida, para mí, Gabriela Doring, encarna a Damiana Cisneros. Narciso Busquets y otra barbaridad de actores, dan vida a los personajes de Comala y cualquiera de ustedes pueden ver la película en internet, en esos lugares a los que nunca se cómo entrar, porque yo la via a la hora de su estreno, que los años pasan, carajo. (Hay otras versiones, pero esta me dio la imagen de Comala: al paisaje no lo pueden estropear ni los malos actores). 
   LOS NOMBRES Y LAS FRASES 
   Uno de los elementos fascinantes, literariamente hablando, son los nombres de Pedro Páramo... Juan Preciado, Fulgor Sedano,m Abuendio el arriero, Eduviges Dyada, Doloritas, Inocencio Osorio, Padre Rentería, Terencio Lubianes, Damiana Cisneros, Susana San Juan... 
   Un largo etcétera, que al buen lector lo ponen a pensar, ¿de dónde sacan ellos, -los escritores-, esos nombres que se convierten en seres vivos para siempre jamás. 
   Confieso que hasta la segundo o tercera lectura logré ubicar al creador de la dinastía Páramo, el viejo Lucas, que era más bien un malvado, su hijo Pedro, que se convierte en alguien peor que el padre y el nieto, Miguel, que se mata cabalgando en la noche después de visitar a una de sus numerosas novias..., 
   "Parece que el caballo es el único que siente su muerte"... dicen 
    "Cerró la puerta y abrió sus sollozos", 
   "Es que la alegría cansa", 
   "Mi novia me dió un pañuelo con orillas de llorar" 
   "Un rencor vivo"... 
   No sólo los nombres, las frases son las que hacen vívida a inolvidable una obra. Así como en Agustín Yañez se recrea, a veces un poquito hasta el cansancio, el refranero popular mexicano, igual que en otros novelistas de la Revolución, en Rulfo y otros no es el refrán, sino la frase perfecta: "Cerró la puerta y abrió sus sollozos"... 
LAS LEYENDAS 
    Sobre cada escritor, sobre todo al momento de su muerto o, como es el caso, en el centenario de su nacimiento o de la edición de sus primeras obras, existen leyendas que, como toda leyenda que se respete, están fundadas en un trozo de realidad. 
   Se dice y seguramente todos ustedes lo saben, que Alvaro Mutis le llevó a García la obra de Rulfo y le dijo: "Lea esa vaina, para que aprenda" y la leyenda afirma que García Márquez se leyó dos veces, ese mismo día, Pedro Páramo y al otro día El Llano e Llamas y afirmó que nunca había sentido otro impacto tan fuerte, excepto por la lectura de La Metamorfosis, de Kafka, que había leído diez años ante. 
   Así lo afirmo varias veces, y consta en la entrevista que le hiciera Juan Jesús Aznarez, en 2003, en el cincuentenario de la primera edición de El Llano en llamas y el propio Alvaro Mutis lo contó en varias ocasiones. 
  Un triángulo: Mutis llega con la obra de Rulfo, García Márquez se impacta con el autor mexicano, afirmando, en varios momentos, la influencia que tuvo en su propia obra y su realismo mágico, distinto a aquel "realismo equívoco", del que nos habla con su divina ironía Carlos Monsiváis. 
   (He sido afortunada: En 1974, cuando conocí a García Márquez en Londres, le pregunté sobre el asunto. En 1979, en Las Palmas de Gran Canaria, en el Primer Congreso Iberoamericano de Escritores, se lo pregunté a Juan Rulfo, (a quien en aquella ocasión miré sonreir) y me costó un poco de tiempo, pero en 1982 Álvaro Mutis, aquí en Veracruz, me confirmó la historia. )
   Como ya escuchamos las Cartas a Clara que bien nos leyó Emilio Cuevas y la lectura de textos de Alberto Sangabriel, no deseo alargar este encuentro. 
   Pero como siempre digo al final de momentos como este: por favorcito, lo que tienen que hacer, para ayer, es leer a Rulfo -los que no lo han leído- y releer a Rulfo, aquellos afortunados esa pequeña joya que es su obra. 
   Y nada más... 



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