lunes, 18 de diciembre de 2017

ANGUSTIA PRENAVIDEÑA

   Para "comenzando", cada año se me olvida la receta del malvado ponche y me consuelo pensando que en realidad, el ponche es para el frío y en Veracruz nunca hace frío de ponchear... Comienzo como dos meses antes a preparar la lista de los regalitos y, llena de angustia de bolsillo, decido que habrá regalitos sólo para los nietos y que los hijos y demás parentela se aguanten: no está el horno para bollos... 
   ¡El horno!... El año pasado, con la pierna a medio cocer, el maldito horno se negó a funcionar. Era 24 de diciembre y, por suerte, el "máistro" Vicarte llegó hecho la raya a las tres de la tarde a ponerlo en orden y es claro que me cobró medio aguinaldo... Ni modo...
   Igual que usted y sopetecientos millones en el mundo, la Navidad representa una sobrecargaa de trabajo para madres y abuelas y, tantito menos, también para los padres y abuelos que andan a la caza del vinito, la sidra, el whiskyto y otras maravillas, porque su lista de compras no pasa de esas cuestiones, a las que solamente le agregan las botanas. Cuestión de ninguna "equidad de género"... 
   Cuando, igual que usted, he terminado de poner el Nacimiento, (¿dónde demonios quedaron las luces blancas de bolitas y el pastorcito que camina a Belén?) y por supuesto, también el árbol con la estrella dorada en la punta, para lo cual hay que sacar la escalera del taller, ya está una para el arrastre y eso que es apenas el comienzo... 
   Abuela moderna, tengo en la computadora la lista de lo meramente indispensable para la temporada, que incluye todas aquellas golosinas que mis padres ponían en charolitas en la sala y que yo recuerdo con tanto amor y quiero que mis nietos lo saboreen con el mismo gusto que yo lo hice y por ello ando a la caza de turrones, nueces, castañas, avellanas, piñones, chocolates, orejones y colación: este año, la colación agravó mi angustia prenavideña. No sabe a nada y se despinta en cuando uno lo toma con la mano y eso que le cobran a uno las perlas de la Virgen y hasta el manto... 
   Hago un alto en el camino y me pregunto y no me contesto: ¿ya tienes las cervezas, refrescos, hielo, sodas, platos, vasos, cucharas, servilletas, manteles, toallas de temporada, velitas para la posada, piñatas para los niños? ¿Ya imprimiste, ¡otra vez!, la letra de pedir posada para que no les ande olvidando a todos?... No. Corro a imprimir... De paso, imprimo de una vez las tarjetas de los regalitos, que a mis nietos Arturo y Emmanuel les encanta pegar en las bolsas, mientras Paolo, el más pequeñito, seguro que aprenderá... 
   (Se me olvida pero ya me acordé: pondré una cerca electrificada alrededor del árbol y el Nacimiento, porque Paolo está comenzando a caminar y representa un peligro bárbaro: el árbol puede desmayarse...)
   En algún momento, (a las seis de la mañana con mi primer café o a las doce de la noche con el último vaso de agua), recapacito sobre todo este bárbaro trabajo... ¿Esta es La Navidad?
   NO. Esta no es la Natividad del Señor. Es una fiesta. Familiar, pero fiesta. Mis padres y toda su generación, no acostumbraron los regalos navideños. Era una fiesta, es cierto, pero recuerdo, todavía con un poco de hambre, que se tomaba el aperitivo, se comían de los dulcitos y la cena era servida después de la Misa de Gallo, que era a la medianoche, hora en la cual los niños estábamos, además de atiborrados de dulces, cayéndonos de sueño, porque todavía, antes de la cena y después de la Misa, había que cantar la Posada y acostar al Niño Jesús, con unos cantos maravillosos que recuerdo bien y que, pobres de mis nietos y toda la parentela, seguimos cantando... 
   Es verdad que la Natividad es una fiesta, para quienes somos creyentes, festejando el naciiento del Niño Jesús, "Chuchito", como le decía mi Padre con cariño. 
   Pero una "globalización" nos ha globalizado todo y ahora se entregan regalitos navideños y para colmo, al otro día hay regalitos que trae el gordo Santa Claus y cuando uno se da cuenta el maldito aguinaldo se ha vaporizado y no hay manera de arreglar el asunto... 
   Bueno: si hay forma. Porque debo confesarles que, para esta angustia prenavideña, lo primero que hago es "esconder el aguinaldo" y hacer como que no existe, cosa que usted debería hacer desde antier, para que no lo pesque la "cuesta de enero", que cuesta una pura y dos con sal y no le cuento porque ando de un navideño pero bárbaro: esconder el aguinaldo como si no le hubiera llegado nada... 
      Como doy consejos pero no me hago caso, al rato les cuento porque Petrushka, mi azafata, me acaba de entregar una lista interminable que todavía me falta... ¡Ay!
   ¡Felices Fiestas!... 
   Y nada más... 



   



   


lunes, 11 de diciembre de 2017

LA CULTURA DE LA LECTURA

   Con viento del norte, más bien congelativo para Veracruz, ¡allí voy!, toda ilusionada, inocente de mí, a la inauguración de la Feria Nacional del Libro, en Foro Boca, en Boca del Río... Junto al mar, por supuesto...
   Como en toda inauguración que se respete, el micrófono hace ruiditos raros y me cuesta un poco de trabajo entender los discursos y todo eso, pero como pesqué un asiento en periquera, no me muevo para nada: quiero ver y absorber todo y contenta estoy, porque veo mucha gente y pienso, luego sí existo, que será un éxito y que al ratito recorreré todos los espacios en que me esperan los libros, con sus hojas nuevas y el olor de la tinta o los viejos libros que alguien, en algún momento, vendió en tres pesos o dejó olvidado en algún lugar y que ahora esperan que otras manos los recuperen y les den nueva vida... Ahí voy, me dije... 
   La ceremonia oficial transcurre, como debe ser y por fin en compañía de los amigos miro con placer a los asistentes mirando libros y, a veces, hasta comprando algunos... 
   Como la lista de créditos es larguísima, me la brinco. Imagino el esfuerzo que pusieron para este primer experimento, en un espacio monumental como este Foro Boca, (que mucho me recuerda el teatro de la Casa Botín, en Santander, pero esa es otra historia). Eso sí, no pude ver a muchos de los que están en la lista de créditos, pero me imagino que estaban haciendo talacha o reposando el esfuerzo. Quién sabe. Pero cuando menos, podrán guardar el programa de mano, que eso sí, está muy bonito, donde están sus nombres para el currículum. Al único que me fue presentado, el joven Antonio Bonilla, Coordinador General del evento, quién me preguntó ¿qué le parece, Maestra?, le respondí cosas que no repito aquí porque más bien amanecí de un amable bárbaro y me las quedo, pero si puedo decir que le dije lo del maldito micrófono y la falta de una poquita de luz en algunos de las áreas de exposición, que no se podían ver ni los títulos, pero yo solita me regañé y me dije que es un primer experimento y que esos detalles técnicos se irán solucionando con el tiempo: eso me dije pero no me lo creo... El joven coordinador me miró, como diría García Márquez, con angustia vital... Amable, el joven...
   Llegamos por fin a la cafetería, toda elegante, pero como es nuevita los camareros aún no saben hacer bien las comandas, ni modo y hasta se les olvida quién pidió el capuchino, quién el express cortado  y quien el botellín de agua: ya aprenderán... En el camino, libretita en mano, hice mi propia encuesta, carajo, de esas que están de moda: "Chulis, qué gusto verte", escucho en la oreja derecha... ¿Ya viste los libros?, pregunto yo malévolamente... "Ay tú, al ratito, es que ahorita ando en esto de la ceremonia"... 
   -¡Ahh!, digo yo... 
    A eso agregue usted esos besitos de cachete, que no son besitos, sino amago de besitos, "múa, múa" y nos hablamos y nos vemos pronto, preciosa... 
   -¡Claro que sí!, respondo toda modosita... Un día de estos... 
    Bueno: hubo muchos libros. Excelentes expositores. Precios más o menos accesibles... Lo que no hubo fueron muchos compradores... 
   A quienes les interesan, de verdad, los libros, se les atora la cartera y se conforman con espiar las novedades o buscar viejos libros que tienen años buscando, porque los han perdido o no han podido adquirirlos...
   A los que nomás fueron a las ceremonias oficiales, los libros más bien les valen... No se qué, pero les valen... 
    A los otros, lo que les importaba era que "los vieran, chulis", había que estar. Estar, del verbo "aquí estoy"... mírame que soy culta... 
   Y a los otros de más allá lo que les interesaba era pescar un lugar en la cafetería y zamparse unos enchiladas con chorizo, un manchadito o un americano y ver, del verbo "te estoy mirando para que me mires que aquí estoy", carajo, nótame... 
   Disfruté esta Feria del Libro. ¡Hasta encontré un perdido ejemplar de mi libro de la Constitución, Primera Edición, 1967, todo estropiciado pero legible, en 150 pesos de ley, en el área de libros usados!... Sólo me quedaba un ejemplar de hace 50 años... 
   Ahora, después del evento, lo que se tiene que hacer, otra vez y otra vez, es conseguir una "cultura de la lectura"... A como vi la cuestión, nos llevará otros mil años.. 
   Pero el café está sabrosito... 
  Y nada más... 




lunes, 27 de noviembre de 2017

ANDRÉS HUESCA, ALBERTO DE LA ROSA

   En Plaza de Armas, el Zócalo de Veracruz, que es en realidad el foro de esta ciudad, se realizó el pasado viernes 24 el Festival Musical en ocasión del Centenario de Andrés Huesca, el veracruzano que convirtió el arpa jarocha en el instrumento perfecto... 
   La noche era espléndida y aunque llegué muy temprano, como debe uno llegar a todos lados, el público me ganó de calle y de silla, porque tuvimos que robarnos unas sillas de la última fila para sentarnos: Néstor Mora Constantino, José Antonio Mendoza, Miguel Zamudio, Ana Lilia Saldaña de la Universidad Veracruzana y yo, que tuve el honor de representar a la Fundación  500 Años, por indicación del Dr. Jaime Baca Olamendi, Presidente Ejecutivo. 
   El Festival en honor de Huesca fué organizado por Culturarpa, que dirige la joven artista Cristina de la Rosa, así como mi querido amigo Alberto De la Rosa. Cuando Cristy vió la manera en que su señor padre y yo nos abrazamos, casi a punto del llanto, se nos quedó mirando con una pregunta en el rostro: 
   -Es que nomás hace como 50 años que nos conocemos, dijimos Alberto y yo, botados de risa... 
   El espectáculo fue impresionante y se logró gracias al apoyo de la Universidad Veracruzana y del H. Ayuntamiento de Veracruz y en el mismo participaron sopetecientos artistas de los mejores de Veracruz: esos artistas que no le dan a uno "la pena ajena", como cuando oye uno a los trovadores portaleros rimando barbaridades que incluyen palabrotas, para regocijo de un turismo que espera escuchar mentadas, como si todos los veracruzanos habláramos así: nada de eso. Yo hablo así pero "en peor" y en privado, ¡carajo! 
   Hubo breves palabras, entrega de testimonios del Cabildo y de la Fundación... Pero sobre todo hubo música... Música, Maestro... 
    Y en un momentito de la espera a que comenzara el Festival, Alberto me hizo, por adelantado, mi regalo de Navidad: Cuatro discos, el primero de Sones Jarochos, tocados por Andrés Huesca entre 1938 y 1956, 28 sones que incluyen por supuesto el Siquisiri, el Balajú, el Ahualulco, La Bamba, El Huateque y muchas más...
   Otro más: "Canciones", de Andrés Huesca, grabaciones realizadas entre los años 1940 y 1956, que incluyen las voces de Lucha Reyes, Lupita Palomera, Fernando Fernández... Y ahí encontré Las Mañanitas, Paloma Blanca Yo, de José Alfredo Jiménez, Borracho Perdido, Que te ha dado esa mujer.... ¿Recuerdan?... 
   Tres: "La Misa Jarocha", en arreglo especial del grupo Tlen-Huicani y, finalmente, Cantos Navideños, para que esta Navidad mis nietos escuchen esta maravillosa grabación, también del Tlen-Huicani...¡No puedo pedir más!...
   Andrés Huesca, (1917 -1957), el veracruzano que mejoró el Arpa jarocha y la convirtió en el instrumento que fue su vida, por supuesto que emigró primero a la ciudad de México y más tarde a Los Ángeles: un camino que han recorrido muchos artistas, por aquello de que "nadie es profeta en su tierra", que aunque parezca, a estas alturas de la vida, una falacia, no lo es: los que triunfan a lo grande tienen que emigrar, aunque el corazón se les quede aquí, a la orilla del mar y a la sombra de los portales de Veracruz... 
   Su herencia musical pervive: Alberto de la Rosa es uno de los más claros ejemplos. El virtuosismo de Alberto, Director del Grupo Tlen - Huicani, es absolutamente impresionante. La primera ocasión en que escuché a mi amigo Alberto tocar el arpa con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, fue inolvidable. Porque era "el arpa jarocha", elevada a instrumento sinfónico, no sólo para los versos de mi querido portal. Era otra cosa. 
   No estoy diciendo que Alberto haya sido "alumno" de Andrés Huesca en el sentido literal del término, ¡ni él ni yo somos tan ancianos, carajo!, sino en el sentido del virtuosismo, de la pasión por la música, de la búsqueda de la perfección a través del estudio y la dedicación, de toda una vida... 
   Es por ello que escribo de Huesca - a quien no conocí, por supuesto-, y de Alberto, a quien si conozco hace sopetecientos años. Porque reconozco en De la Rosa esa dedicación absoluta a un instrumento que, bien mirado, tiene alma, para quien sabe tocarlo... 
  Bueno, nos tocó la parte oficial y Néstor Mora, José Antonio Mendoza y yo hicimos entrega de un Testimonio póstumo a Andrés Huesca, que recibió su hija Gabriela Huesca Roma. (Mientras, el Lic. Miguel Zamudio se puso en calidad de fotógrado no oficial, que mucho agradecemos, pero que conste que lo ayudamos a repartir programas de su Forum 2017, puro danzón). La Fundación 500 Años también, por nuestro conducto, hizo entrega de Testimonios a todos los participantes, como un recuerdo de un Centenario que celebraron, con su música y con el aplauso de un público que abarrotó el Zócalo... 
   Y es claro que llegó un momento en que me dolían hasta los zapatos, por lo cual, como es lógico, fui a dar en compañía del señor marido y de queridos amigos... al portal de Veracruz... 
   Y nada más... 
  
   




lunes, 20 de noviembre de 2017

¡DISPARA, MARGOT, DISPARA!

   Arturo de Córdova, (o alguien de su rodada), gritaba ¡Dispara, Margot, dispara!, en una novela que yo escuchaba en el radio con la tía Melany, hace tropecientos años, más bien asustada porque no entendía nada... Finalmente, años después le pregunté a mi Padre qué significaba eso... 
   Mi Padre, (que me enseñó a montar a caballo a los seis años), me explicó perfectamente el asunto: me llevó a blanquear con su pistola. Puso un papel blanco sobre un árbol y comenzó a enseñarme a manejar un arma corta. 
   -Primero se limpia, se checa bien, se pone una bala menos en el cargador. Apuntas con las dos manos y halas el gatillo... No tiembles... 
   Comenzó así mi fascinación por las armas cortas, (y algunas largas), hasta que logré reunir una respetable colección, que incluía una pistola Conmemorativa de la II Guerra Mundial, que me regaló un alto funcionario, a quien su señora esposa, que era mi amiga, le dijo: "A Marcela no le regales un perfumito, por favor, dale algo más adecuado a su caracter". ¡Ay carajo!, pensé yo... y llegó a mis manos aquella maravilla. 
  (Nunca, por mi fortuna, disparé ningún arma contra nada vivo. Encañonar y asustar a un par o dos de machitos mexicanos si. Con eso era suficiente...defensa propia meramente figurativa. Ni modo. Hasta que llegó un momento en que mi señor marido me cuestionó: "Ellas o yo". Otra vez ni modo. Vendí o regalé toda mi colección).
  Recuerdo todo esto por el tema de moda, las reformas a la Fracción III del Artículo 25 del Código Penal del Estado de Veracruz, relativo a la legítima defensa...
  Pero recuerdo también dos casos de mi Tesis Profesional, (1972), para escribir la cual entrevisté a todos los homicidas convictos del estado de Veracruz, en todos los penales. Copio de mis viejas libretas...
   ELLA: 21 años, tres hijos, convicta por el homicidio de su esposo, recluída 30 años en la fortaleza de Perote. 
   -¿Cómo ocurrió, señora?. Cuénteme.
   - Pues era un sábado y yo estaba planchando. Ya sabía que cuando él llegaba pues llegaba tomado. Se gastaba la raya en eso, en la tomadera. Y yo pues siempre tenía miedo, porque le pegaba a los chamacos y a mí. Yo estaba planchando... 
   -¿Y qué pasó?
   -Pues llegó y me comenzó a pegar de planazos con el machete... Y yo me "voltié" y le pegué con la plancha. Y "ái" quedó. "Ái" se quedó, en el piso...
   -¿Qué hizo usted?
   -Pues que iba a hacer. Le avisé a mi comadre para que me ayudara a vestirlo y luego me fui por la caja y a preparar el café para el velorio... Ahí me agarraron, en el velorio.. 
  ÉL: Más o menos 15 años. Convicto por homicidio desde hace tres años.  Córdoba. 
   -No sé cuántos años tengo porque no me apuntaron ahí donde lo apuntan a uno. 
   -Cuéntame qué pasó: 
   Es que mi apá se murió. Y nomás quedamos mi mamá y los otros tres, más chicos. Y mi mamá lavaba ajeno y yo cazaba conejos y los íbamos a dejar a Córdoba, por el mercado, que ahí los vendía mi mamá... Una tarde ya íbamos de regreso al rancho y entonces, en el camino, tres hombres salieron y atacaron a mi mamá, y ella gritaba y yo veía que la jaloneaban y ella seguía gritando... 
  -Y entonces les apunté con la escopeta y disparé... Y pues uno de ellos ahí se quedó y los otros corrieron al monte... 
   Ni ella ni él tuvieron abogado de oficio. "En tantito así" fueron a dar al tambo. Es seguro que ya salieron, porque estoy hablando de hace 45 años. Los dos, para cualquier juez que se respete, actuaron en legítima defensa... 
   Pero no hay muchos jueces que se respeten... 
   Y eso me tiene aterrada. Porque no creo, de ninguna manera, que hayan cambiado los moditos de nuestro sistema judicial. 
  Han cambiado las leyes y los diputados se ganan el pan de cada día haciendo reformas y luego las festinan y han cambiado los nombres: ahora se llaman "carpetas de investigación" y ya no es "la procuraduría", hoy se llama, muy a lo gringo, "fiscalía" y las oficinas son bonitas y el papel membretado también... 
   Pero me tiene aterrada el asunto porque se necesita mucho valor para no disparar un arma. Se necesita, además de valor, educación. Principios y valores.
   Y la gran mayoría de los mexicanos carece de tales cosas. Y en el remoto caso de que un ciudadano decente, educado y valeroso ejerciera su derecho a defender su vida y/o patrimonio, de él, su familia o los amigos muy queridos, ¿cómo le explica al señor "polecía" los hechos?... ¿Qué policía, analfabetos funcionales, entendería estos conceptos tan difíciles de comprender, hasta que pasa uno por situaciones similares?... 
   ¿Hay suficientes defensores de oficio, hoy, 45 años después de mi estudio?..¿Hay suficientes defensores de oficio preparados?. ¿Hay suficientes agentes o jueces, en este País, que no abran el cajón derecho para ver que cae?... ¿Los hay?... 
   No lo creo: los pillos se escapan vigilados por cinco policías y los pillos son liberados "por falta de pruebas" en tres días y andan por ahí tan campantes con sus playeras Polo compradas con el dinero que le robaron al que robaron, que hubiese tenido el derecho de repeler la agresión, pero tuvo más miedo de nuestro sistema de justicia que de los propios asaltantes..
   Y me regreso a los libros: ahora estoy estudiando la vis absoluta, que es lo que nos haría falta... 
   Y nada más... 


   




sábado, 11 de noviembre de 2017

LOS LIBROS, TINTA Y PAPEL

   No logré contarlos, pero los jóvenes se fueron acomodando en el piso, en algunas sillas o de pie, recargados en los casilleros o atrás de la mesa de exposición de libros. Otros más, en la escalera y aún pude mirar los que miraban en el corredor del primer piso... 
   Estábamos festejando, por adelantado, el Día del Libro, en la Universidad de las Américas, por invitación del catedrático e historiador Ricardo Teodoro Alejandrez, el viernes  pasado a las nueve de la madrugada... 
   Estaban la Directora del plantel, profesora Maira Fernández Morales y las maestras Lidia Martínez Ochoa y Ana Bertha Cabrera Chui, todas jóvenes y entusiastas... 
   Todo fue muy sencillo: la presentación del evento, unas palabras del Maestro Teodoro Alejandrez, y de inmediato me tocó la lectura "en voz alta", de un pequeño cuento. 
   Elegí "Los trabajos de la ballena", de mi queridísimo amigo Eraclio Zepeda, de su libro Andando el Tiempo, con ilustraciones de Antonio Martorell, otro querido amigo de las andanzas en que anduvimos andando el tiempo, desde hace tropecientos años, a principios de los ochentas... 
  El libro es una edición extraordinaria, por la calidad de los textos de Eraclio Zepeda y los espléndidos grabados de Martorell, (Martín Casillas, Fonapas, 1982), y, además, el riguroso cuidado que pusieron las poetas Elva Macías y Silvia Molina: total, un libro de colección... De mi colección... 
   El cuento luego se los cuento, pero como casi me lo se de memoria, pude bromear con los jóvenes estudiantes, "me pondré los catalejos", les dije y mientras hacía como que leía, espiar sus reacciones a la lectura con este vozarrón de que me dotó la Madre Naturaleza, pero sobre todo mi Mamá, (porque es el tono y el vozarrón conque me hablaba, cuando me perdía de vista y me encontraba leyendo... dentro del horno de pan, porque estaba calentito...)
   Les mostré mis libros favoritos en miniatura: El Quijote, en edición microscópica de la Editorial Saturnino Calleja Hernández, Madrid, Las Constituciones de México, (editada por Manuel C. Tello en 1958) y una edición de La Biblia, íntegra, que mide exactamente 3 por 4 centímetros. Lo compensé con mi mamotreto de cabecera, El Diccionario Literario Universal, de José Antonio Pérez Rioja, de la Editorial Tecnos, 1977, que me pesqué en Madrid un día de estos en La Casa del Libro... 
   Malandrinamente, al término de la lectura, avisé a los jóvenes, (que no se habían ido, fíjese nomás), que haría tres preguntas y que a quien respondiera le tenía un pequeño obsequio, libros, por supuesto, (Historias de Familia y La Constitución de Veracruz, de mi autoría, ni modo). 
    ¿Quién es Juan Vicente Melo?, ¿Qué escritor mexicano recibió el Premio Nobel?, ¿Quién es Alan Turing?... 
    Sorpresa total que me dejó patidifusa: dos jóvenes y una guapa y alta jovencita sabían las respuestas, lo cual me hizo feliz, porque, entre los chavos, no todo está perdido, digan lo que digan los demás, como cantaba Raphael, el guaperas... 
   Lo mejor de la mañana: los jóvenes llevaron "sus" libros, los expusieron en una larga mesa y le contaron a sus compañeritos de qué trataba el libro y por qué les había gustado... Recorrí la mesa y ¡Santos títulos Batman!, me encontré un Lovecraft y El Periquillo Sarniento y, es claro, muchos "best sellers", de los cuales dije a los jóvenes que no es que fueran malos, sino lo siguiente y que no importa: que lo importante es que comiencen a leer y poco a poco pasar de "Divergente" y el Cohelo a otros autores que si nos dejan algo en el cerebro y no sólo en las hormonas... 
   La maestra Lidia Martínez Ochoa, quien condujo el evento, me preguntó qué libros habían marcado mi primera juventud. No dudé: "Las Flores del Mal", de Charles Boudelaire, que leí a los 14 años y me abrió las puertas de un mundo que aún no se han cerrado y "En busca del tiempo perdido", de Marcel Proust, siete ladrillos que se me están desbaratando en las manos de tantas relecturas... 
   (Luego tuve que explicar a algunos de los jóvenes quienes eran tales autores y qué onda, no?...o séase
   Los libros: comprar un libro, tocarlo, mirar la portada o los grabados, acercarlo a la nariz y pasar las hojas nuevas, para aspirar el aroma de la tinta y el papel... cuatro de nuestros sentidos participan de ese milagro de un libro que llega por primera vez a nuestras manos... un día de estos, habré de ejercitar también el sentido del gusto: a qué sabe un libro nuevo...
   Gracias, maestro Ricardo, por hacerme recordar lo que significan los libros para el ser humano pensante y por darme la oportunidad de abrir un poco los ojos de unos jóvenes que están, como diría Borges, "en el jardín de los senderos que se bifurcan".. 
   Ojalá elijan el camino correcto... 
   Y nada más.. ¡Feliz Día del Libro! 






   

sábado, 28 de octubre de 2017

FLORES DE ZEMPOALSÚCHIL

   Igual que usted, tengo todo listo para mi Altar de Muertos. Papel picado, pebetero, veladoras, el tinto y el puro del abuelo, el tinto de Mamá, el tequila reposado de Papá, el ron que le gustaba a los hermanos, los cigarrillos de cada uno, el pan de muertos, calaveritas de dulce, las flores de zempoalsúchil. Agua. 
   Como es sábado, estoy entre ollas y buenos olores guisando el mole y los tamales, preparando agua de frutas para los niños y una cantidad de dulces y chocolates para ellos... Siempre agrego frutas cristalizadas, que me encantan...
   Tengo listas las fotos de todos mis Fieles Difuntos, que son fieles porque no los olvido y ellos, estoy segura, tampoco me olvidan, porque a cada rato pienso que escucho sus voces, casi siempre para echarme porras y, a veces, jalarme las orejas, sobre todo en el caso de Mamá... Se ven guapos y así los conservo en la mente y el corazón... 
    La tradición mexicana, que incluye infinidad de frases relativas a la Muerte, la Calaca, la Señora Tilica y Flaca, la de ya te toca o esta vez no te toca, la que siempre te espera con paciencia... Tradición prehispánica que, como muchas muestras de nuestra actual cultura, es un sincretismo centenario de otras muchas creencias, que finalmente deviene en estos Altares de Muertos, con su pesada carga de recuerdos y con el banquete que se les ofrece a quienes, estamos seguros, llegan un día completito a revisar cómo andamos, "como andamios mi estimado", cómo nos está yendo en este mundo que a ellos ya no les importa en absoluto... 
   Me lleva un par de días, igual que a usted, colocar un Altar de Muertos. No me queda de maravilla, pero a mi me gusta y cada año agrego alguna cosilla por aquí, otra por allá, las cosas que se me olvidaron el año pasado... 
   La noche del 31, siempre llegan a casa muchos pequeños disfrazados para el Halloween, otra tradición de otra cultura, que se nos ha colado, pero ni modo, porque uno tiene la obligación de ser tolerante con las creencias de los otros, porque las nuestras no son las únicas del mundo... Llegan los pequeños, digo y siempre les hago que pasen a ver mi Altar y les doy un curso rápido de Historia, me hacen preguntas y se van cargados de dulces y de pegatinas de La Catrina, que imprimo amorosamente para que ellos se lleven todas las que quieran y piensen en nuestras tradiciones... 
   A pesar de todo esto, este año mi Altar de Muertos, de mis Fieles Difuntos, me tiene triste: 
   ¿Quién pondrá los altares cuando en este México nuestro matan familias completas?...
   ¿Quedará una abuela, una tía, una hermana que coloque las fotos de los que se fueron, no a su tiempo, sino arrebatados por una violencia que sobrepasa cualquier pensamiento?
   ¿Quién llorará en los panteones?, ¿Cómo podrán llorar si no hay tumba con el nombre del hijo, del padre, del hermano, del esposo, del amigo? ¿Dónde poner las flores y el pan de muerto?... 
   Pese a ello, me dedico a instalar mi Altar lo mejor que puedo, aunque a mitad del trabajo me siento a llorar a media sala, no por mis Fieles, que siempre me dijeron que no llorara, sino que los recordara con amor, sino por los que no tendrán Altar, deudos que les lloren o perro que les ladre y que se murieron a la mitad del tiempo... 
   Estoy poniendo cosas extras: más calaveritas y más cigarrillos y más calabaza en tacha y una ollita más gran de mole: quiero que alcance para todos los Fieles Difuntos que quieran llegar a casa...
   Porque, a como están las cosas, es probable que los Altares de todo México, no nos alcancen para todos los Fieles Difuntos... 
   Y nada más... 




   

jueves, 26 de octubre de 2017

EL SEÑOR DE LOS CARRITOS

   Me voy de safari. Peligro. Debo tener cuidado. Por lo mismo, visto pantalones color caquí, de soldado en desierto, con bolsas ocultas. No llevo aretes, collares, reloj, anillos, pulseras ni ningún otro elemento llamativo: a los animales les gustan las cosas que brillan. El cabello modosamente peinado en "chongo abuela" y recios zapatos negros, de los que permiten correr para alejarse del peligro o, en su caso, soltar una de las patadas voladoras que aprendí en mis clases de judo. (Las demás artes marciales todavía no estaban de moda, pero estas patadas en salva sea la parte, son muy efectivas, les digo). En el bolsón de Mapimí que llevo terciado a la espalda, estilo soldadera revolucionaria, llevo pañuelos para el calor y una cartera con una sola tarjeta bancaria, de las que tienen como tres pesos y medio. Y sí, también como otros tres pesos y medio en efectivo, porque a los animalitos también les gusta el tacto del papel... Antes de salir, practico un poco con las llaves del auto: hay que ubicarlas en la palma de la mano y dejar, entre los dedos medio y anular, el pico de la llave más grande: en caso de puñetazo, son mortales... 
   No llevo sombrero, porque estorba... 
   Llego al estacionamiento del supermercado y, antes de bajar, atisbo si está libre el camino. ¡Ufff!. Si está libre...
   Hago las compras que todas las amas de casa hacemos, en los safaris a los que nos hemos acostumbrado. A veces, algún marido también anda en los pasillos con su lista y su carrito, pero más bien son pocos y los carritos va llenos de pomos y papas fritas... Es otro tipo de safari...
   No piensen ustedes que estoy exagerando: ir a los mercados o a los supermercados es toda una aventura. Un safari. Una excursión que, en esta ciudad y en el resto del país, se ha convertido en un riesgo. 
   Si es en mercado, no tiene uno donde estacionar el elefante o el caballo. Por allí andan los hombres del trapo rojo, que pertenecen a la especie de "ataque inminente". Si no se les da propina usted puede ser víctima "ipso facta" de ataque mortal, el insulto y la agresión. A eso, agregue usted la basura, el lodo, los olores y, si se descuida, le toca alguna explosión de las de újule... 
   Si es en supermercado, los estacionamiento, ¡en todos lados!, son el campo de batalla en que atacan los animales, casi siempre en pareja porque, en el fondo, son cobardes: sólo en manada se sienten protegidos... Todos los días leemos de robos "express" en los estacionamientos y en la calle, a la salida de los bancos y, por desgracia, no estamos preparados para la defensa y para cuando llegan los polis lo único que queda por hacer es llorar y ver como, todos lindos, ponen sopetecientos metros de listoncito amarillo que dice "no pasar" y se van en Santas Pascuas, después de estropear las "pistas" que hubiesen podido quedar, como huellas digitales, huellas de zapatos, trozos de vestuario, y otras maravillas de las que salen en la tele, pero nomás en tele, porque aquí nuestros jenízaros no saben nada de los CSI Miami y Nueva York... 
    Salgo, pues, de mi safari semanal. Por supuesto, atrás de mi coche está estacionado no uno sino dos carritos de otro comprador que llegó antes y a quien le dio pereza llevarlos a su lugar... No grito, porque los ruidos llaman a los animales... 
   Pero veo al Señor de los Carritos... 
   Anda cerca de los 60 o cuando menos así parece. Sol, lluvia, viento, no importa. Anda por todo el lugar juntando los carritos que todo mundo deja desperdigados por todos lados. Le llamo amablemente: "Señor de los Carritooos"... Él reconoce mi vozarrón y se acerca... 
   -¿Otra vez, señora?
   -Otra vez, mire nomás... 
   Como ya hasta somos amigos, me ayuda a subir las bolsas al auto. Nunca acepta propina y me da la impresión de que, sencillamente, quiere hablar con alguien "de tú a tú", sin que lo vean de lado: para mí, es el vigilante de la jungla y pese a su fragilidad, me siento protegida cuando se acerca... 
    Porque esta ciudad, la otra, la otra y la de más allá, se han convertido en la jungla. (Aquí no está "El señor de los Anillos", pero está mi amigo El Señor de los Carritos...)
   Sólo que en esta jungla los animales tienen dos patas... 
   Y nada más... 






   

lunes, 23 de octubre de 2017

LOS TIMBRAZOS DEL DOMINGO

   Se supone que el domingo, ya les dije algunas veces, es día de descanso, pero es mentira: es el día de los timbrazos... 
   El primer timbrazo es de doña Erika, que pasa hace unos quince años con unas gorditas muy especiales, ¡de comal!. Nada del aceite rancio de tres días en el cual, a veces, flotan moscas y patas de cucaracha y de quien soy cliente fiel, pero medida, porque nunca he comprado más de tres...
  Más tardecito, pasa el Niño de las Flores: media docena de bellísimos crisantemos amarillos que tardan una barbaridad, a veinte pesos el ramo, en tanto que en las florerías de postín le andan a uno cobrando 200 pesos por media docena que se despelucha al día siguiente de haberlas comprado... 
   Silencio mortal. Regreso a la máquina, intentando seguir con alguno de los tres libros que tengo en preparativos hace mil años, confiada en que nadie molestará, porque ya hablé con mis nietos "por tele, Abuela", (skype, vaya) y me han contado sus aventuras: esta vez el padre los llevó al Castillo de Chapultepec "para hacer la tarea de conocer la Historia"... y también se que mis hermanas están bien... Escribo... 
   Pero suena el timbre. 
   -Fíjese que vengo de la casa hogar patatín donde... observo al chavito, en cuya bolsa de la nalga izquierda aparece un celular más grande que el mío, azul, trae vaqueros deslavados, pero de marca y una horrorosa "esclava" de oro o algo parecido, en la muñeca derecha, que le da un aire de pelafustán de callejón... 
   Lo observo, digo y lo despido con cajas "medio destempladas", porque aún no estoy muy enojada, carajo... 
   -Fíjese patrona que estoy juntando unos centavitos, que ayer se me murió mi niñita y no tengo para el entierro, fíjese... y exhibe en la mano un papel arrugado y amarillento...
   El individuo anda en los cuarenta, panzón muy respetable, con una camiseta que fue blanca y ya nunca lo será, llena de lamparones de algo que puede ser salsa de tomate, cerveza o cosas peores... Malévolamente le pido ver el papel y, ante mi imperioso comando, se atonta y me lo enseña: es efectivamente un papel membretado de equis hospital, receta fechada hace más de tres años... A ese si lo despido ya con cajas muy destempladas, porque parece ser que hijos, abuelitas, esposas, maridos, cuñados, la prima de la esquina y otros más, se andan muriendo en sábado y el domingo los "deudos" andan a la recolecta. 
   En domingo: día en que, a lo mejor, anda uno medio desvelado o medio crudo y medio cansado y entonces no presta mucha atención y hace su penitencia ofreciendo ayuda para el sepelio... ¡Pero no caí!... 
   El peor de los timbrazos dominicales es el de los "pregoneros del recuerdo", como se me da la gana llamarles. Casi siempre dos o tres señoras que antes del ¡Buenos días!, comienzan a adoctrinarme y a preguntarme si he leído la Biblia, "el libro del Señor" para que podamos discutirlo... Ahí las interrumpo. 
   -Esperen un momento, les digo. 
   Y regreso con mi Santa Biblia en "antigua versión de Casiodoro de Reina, (1569), revisada por Cipriano de Valera (1602) y cotejada con traducciones de los textos hebreo y griego", los Salmos de El Nuevo Testamento de los Gedeones Internacionales, El Libro de Mormon, tomado de las Planchas de Nefi y traducido por José Smith, hijo, en edición de 1952, un Tratado de Buda de 1957, El Ying y el Yang, una edición a la que no alcanzo a ver la fecha de la Tora, otros libros más y entre ellos se me va el texto de Albino Luciani, "Ilustrísimos Señores", en edición española de 1978.. 
   Mis libros pesan una barbaridad, pero logro llegar a la puerta... 
   -Bien señoras, les digo: ¿ustedes ya leyeron todos estos libros?... Cuando los lean, con mucho gusto les invito un café y nos ponemos a platicar... 
   Se quedan mudas y se van... 
   Por alguna razón, fíjese bien, el domingo es cuando más timbrazos se escuchan, cuando menos en mi hermosa calle llena de almendros (que tiran hojas que es una barbaridad, pero las barremos). 
   Es como si las personas dedicaran el domingo no a descansar, sino a dar guerra a los demás que sí estamos intentando descansar o hacer algo distinto, porque es el día en que no suenan los teléfonos ni hay tareas pendientes, que se harán el lunes y hasta es posible que "el domingo se alargue como hilo de cometa" y parezca un día más largo que otros días, porque todo es posible... 
   Ya, por la tarde, el único timbrazo que estoy esperando es del señor con triciclo que pasa vendiendo tamales de masa, elote de chile y de dulce, bollitos de elote, atole champurrado y otras maravillas. 
   Tarde de domingo... 
   Y nada más.. 







martes, 10 de octubre de 2017

LOS "ENCHARCAMIENTOS"

   Como siempre, es temprano y la hora del primer café y la visita de la ardilla. Cielo despejado. Pero de repente, empiezan los rayos y centellas... Lo primero que hago es apagar la máquina y desconectar aparatos, según me han ordenado dos técnicos, un electricista y la CFE y ya no me acuerdo quién más... Respiro. 
    Regreso a mi lugar en la cochera, desde donde puedo atisbar la manera en que va subiendo el agua... En la esquina ya ha cubierto la banqueta... y se acerca ominosamente, lo cual me tiene con un terror que no ha desaparecido desde el 18 de septiembre del 2010, cuando mi fraccionamiento fue cubierto por más de metro y medio de agua... incluyendo mi casa... Creo que, aquella vez, los milloncitos disponibles para arreglar los drenajes se fueron a otro lado, pero no me consta, que conste... A lo mejor se fueron al drenaje, tensían pasaporte y andan alegremente en Suiza, Italia o sepa dónde o a uno de los socavones que han ocurrido no sólo en Veracruz, sino en otras partes de este País que, por lo que se mira, se tiembla y se siente, se nos está hundiendo entre las manos... 
   El chubasco es brutal: uno de esos chubascos en que el agua cae verticalmente, como una cortina y no puede verse nada... Voy calculando, ya en el segundo café, de qué manera va subiendo el agua en mi jardín y en mi calle... y en otras muchas calles de esta ciudad que también se nos va de las manos. 
  No importa, me digo. Estoy preparada y todo está en la planta alta, menos el señor marido y yo y mi colección de ratones, cada uno con su salvavidas... 
   Como las lluvias no dicen para cuando cesarán, estoy pendiente de lo que nos digan en Protección Civil y sopetecientos organismos que, se supone, informan a los ciudadanos de a pie por dónde llegará la tormenta, en caso de que alguna vez le atinen de verdad, cosa que aún no he visto muy seguido. Como diría el personaje de Agustín Yañez en "Las Tierras Flacas": "sea por Dios"... 
   Pero lo que si me consta y puedo decir, es que aquí en mi calle y muchas más calles aledañas, los vecinos somos de un decente bárbaro: ¡barremos todos los días, fíjese usted!, y levantamos las hojas que caen de nuestros árboles, no tiramos basura en la calle, no dejamos las bolsas de plástico abiertas y casi todos tenemos un espacio adecuado para poner la basura, en su lugar, digo. Así que no podemos ser culpados de que haya "demasiada basura", cuando menos en esta zona. Me consta. 
   Así que, cuando esta mañana cayó este chubasco y subió la altura del agua, me acordé de lo que dijeron la semana anterior: 
   "Hubo sólo encharcamientos, no inundaciones". No recuerdo quién lo dijo y no quiero acordarme, para no estropearme el estómago... 
   ¡Pero la próxima vez que haya "encharcamientos", voy a llamar a los individuos, (en esta palabra caben "las individuas" y "los individuos", para el que sabe Español. Lo otro de "chiquillos y chiquillas", es para los analfabetos funcionales, digo). 
   Los voy a llamar y a pedirles que, por favorcito, se encharquen ellos en todas las zonas de la ciudad en que no, digo, NO se ha resuelto el problema del drenaje, en los lugares en que las bombas no funcionan y en los lugares en que a pesar de que no haya basura, el agua hace "glú, glú, glú" y se nos ahogan los teléfonos y otras madres. 
   ¡"Encharcamientos"!... ¡Santos sustantivos Batman!
   ¡Que los encharquen a ellos!... 
   Y nada más... 

   

domingo, 17 de septiembre de 2017

CRÓNICA DE UN GRITO INESPERADO...

   Fue una noche absolutamente familiar, en que vimos el Grito por la tele. Pero harta de la repetición de los lorolocutores, ("déjame decirte", "Te digo que", estamos en este lugar", "bueno pues", "déjame decirte", "bueno pues"), vimos alegremente otra serie favorita recién encontrada y decidimos descansar. Era la noche del 15 de septiembre. 
   Recibo una llamada tardía de mi joven amiga Margarita Peña, (que anda en organización de algún asunto) y por fin, me quedo en la máquina: es casi medianoche y es la hora en que no hay llamadas, ruidos, no ha temblado y puedo escribir algunas cosas en paz...
   A las cinco con 35 minutos de la mañana del sábado 16, salgo a preparar el primer café del día. La rutina es preparar café y encender la computadora... 
   Digo: voy a mi pequeño estudio y entonces grito... ¡Qué grito!...
   El ventanal está abierto, porque forzaron el seguro. No pudieron entrar a casa porque la reja de protección está puesta a muerte. Pero la computadora está volcada y no tiene los cables en su lugar, pero no pudieron sacarla por la reja. La lámpara se quedó con el foco fundido. No está el regulador que cuesta una millonada. Mis pequeños ratones están tirados en el piso igual que un pesado cenicero. Dos pequeñas cajas de archivo, (de esas en que uno va poniendo mil cosas para guardarlas al ratito), están cerca de la ventana y semivacías... No están mis dos teléfonos celulares y el contacto está destrozado... No he terminado de documentar los daños, porque uno nunca sabe exactamente qué falta y se va dando cuenta, aterrado, enojado, triste, enfurecido, poco después... 
   El o los individuos que perpetraron este robo, deben ser parientes de gorila. Porque mi teléfono estaba sobre el escritorio, a metro y medio de la ventana: debe tener los brazos largos o, lo que es peor, debieron haber usado algún tipo de varilla con ganchos, para poder acercar a la ventana todo lo que se llevaron. Ningún ser humano normal tiene los brazos de metro y medio... No importa, me digo. De por sí son animales irracionales... 
   Finalmente hago el café y me siento, intentando tranquilizarme, pero es inútil, porque sigo pensando. ¿Son los turistas del latrocinio, los que vienen en Semana Santa, Carnaval, vacaciones, navidades exclusivamente a robar?... ¿Son pequeñas bandas locales que tienen muy claro el tipo de objetos que deben llevarle al jefe?... Porque es claro que hay un jefe, porque el desharrapado que comete el robo no tiene posibilidad de vender lo que ha robado, que para eso están las casas de empeño, los "deshuesaderos" y otros locales comerciales que quizá hasta están registrados en Hacienda pero no han sido registrados por ninguna autoridad, que les pida las facturas de lo que tienen por allí regado.. 
   Me excedo y voy en el tercer café, haciendo tiempo. Debo llevar los papeles del seguro de los teléfonos pero es día festivo y abren la oficina hasta las once de la mañana, con un sol mortal. Me lleva toda la mañana llenar documentos, comprar un regulador nuevo y otras maravillas, mientras mi maestro electricista está reparando los daños en los contactos del pequeño estudio. Aún falta revisar la computadora...
   Todavía tengo el grito atorado en la garganta... 
    Y sigo pensando, por supuesto. Ya le dije a usted que de vez en cuando pienso, luego existo. Y acabo por convencerme de que todo latrocinio, todo crimen, tiene muchos aspectos, algunos peores que otros. 
   Lo que se han llevado, en el aspecto material, tiene remedio. Para eso están los meses sin intereses, los seguros por daños, robo o extravío y otras maravillas de la modernidad. Sopetecientos mil pesos y listo. Al rato me entregarán mi nuevo equipo, igualito al que robaron... 
   Pero no hay manera de que ningún seguro pague mi tranquilidad. La seguridad que se siente en casa. Eso fue lo peor que me robaron: la tranquilidad. 
    Ya hasta ha llegado a ser normal sentir temor en la calle. ¡Pero en mi casa, carajo!. ¿En mi casa!... El grito sigue atorado en la garganta... 
   Lo material se repone. Las fotos de mis nietos no. Los mensajes de los amigos no. Mis notas no. 
   Finalmente, limpio y acomodo las cosas lo mejor que puedo. Y descubro, aterrada, que se llevaron unas pequeñas tijeritas en su estuche rojo: me las regaló mi hijo Arturo hace 47 años. Ese fué el robo que me partió el alma... 
   Y entonces si, grito otra vez... 
   Y nada más... 
   

domingo, 10 de septiembre de 2017

CRÓNICA DE UN HURACÁN ANUNCIADO...

   Lidia se va y el día 5 comienzan los rumores de que llega Katia. Atrasito, en el mapa, se ve ominosamente Irma y más atrasito José. No es la Santísima Trinidad. 
   Ya para el día 6 el rumor se convierte en realidad y el huracán anunciado se ve tantito peor. Los medios nos aturullan con información, pero no me comunican nada. Decido que no voy a creer pero, por si las riadas, subo a la planta alta las cosas de valor: cartas, acuarelas de mi señor marido, libros, álbumes de fotos, documentos... Me hago tonta sola, porque la verdad es que, después de la amarga experiencia de Karl, en el 2010 ¡y también en septiembre!, cuando vi mi casa arrasada, una como angustia de la catástrofe me pega profundamente... 
   Acabo agotada, pero mientras miro las noticias y trato de ver mi serie favorita, (policías y ladrones, con mucha persecución, tiros y tortazos), sigo pensando, (cosa que hago de vez en cuando, hombre), que me faltan muchas cosas por poner a salvo: la botita de mi Madre que sólo tiene 105 años, las fotos recientes de los nietos, dos medallas de Emmanuel y sus nuevas llaves de la casa, los textos de Arturo y sus reglas de fútbol, el tambor de hojalata de Paolo, la cava de madera, veintidós ratones de peluche que están por toda la casa, los manteles que me han regalado mis hermanas... ¡Ay carajo!, pensé otra vez: no acabaré nunca... 
  Y entonces recibo una llamada, de las más importantes de mi vida. "Abuela: te confieso que lloré un poquito. Ví en las noticias que llegará un huracán a Veracruz y no quiero que les pase nada al Abuelo y a tí..." Es la voz de Emmanuel, (mi nieto de ocho años), que me parte el alma. Me pongo una curita en el alma y le digo la verdad: ya he puesto a salvo muchas cosas...¡No, el Abuelo y tú!. 
   Entonces miento.
   "No te apures, le digo. Ya tengo una maletita preparada para salir corriendo en el Pooky, a un refugio o a un hotel, con todo y Abuelo". Eso lo tranquiliza...
   Decido hacer realidad mi mentira y comienzo a preparar una maletita de emergencia, para que no me pase lo mismo que hace siete años, en que salí corriendo en bermuda, chancla y cargando a La Nena y más nada. Teléfonos, cargadores, tableta, medicinas, algo de ropa, lámpara, los libros de cabecera... En el chat con mis vecinos, me entero de que ellos están haciendo lo mismo. 
   Ya había hecho compras no precisamente de pánico, pero si de precaución. 
   "Queso, pan y vino: la canasta básica está lista", me dije y es claro que agregué alimentos no perecederos, que les dicen, aunque no lo entiendo porque finalmente me los como, digo. 
    Y entonces, señoras y señores, para completar el asunto, tiembla. Y ustedes y yo salimos empiyamados a la media calle. Y hablamos a los hijos y nietos y demás parentela y saturamos las líneas:"¿Están bien?"... Claro que nadie se siente bien, carajo!
   Los días 8 y 9 nos la pasamos pegados a las noticias y a los rumores y a los chats y a los telefonazos. ¿Pega, no pega, se desbordan los ríos Jamapa y Cotaxtla?, ¿no se desbordan?.. ¿Habrá un golpe de agua, no lo habrá?... 
   Porque, con todo y la saturación de mensajes, no se ha encontrado un medio realmente efectivo para decirnos, a los presuntos damnificados: "Hagan ustedes el favor de irse al carajo, que a las tales horas esto estará inundado". Todavía no se encuentra...
   Esperaba, por ejemplo, que mi jefecito de manzana se reportara con todos nosotros pero fue inútil: sirve para un barrido y un fregado pero nada más. Y NO TODOS lo veracruzanos disponen de radio, televisión, internet, chats con amigos conocedores y amables o diarios en que enterarse de las cosas y se la pasan con el Jesús en la boca, pegados al río, esperando y esperando, hasta que nos tranquilizan diciendo que los ríos bajan, que puedo guardar mi maletita de emergencia y comerme la canasta básica y se acabó... 
   Es domingo y, a las cinco y media de la mañana, me tomo el primer café y miro la llovizna que cae suavemente sobre mi calle. Me asomo, aterrada, a revisar que no se haya inundado. No. Esta mojada pero el agua corre bien... respiro. 
   Mi amiga la ardilla me mira, trepada en mi barda y le sonrío: no te preocupes. No pasará nada, le digo para consolarnos... 
   Y se acercan más huracanes...
   Y aquí estoy, como Isabel, "viendo llover en Macondo"... 

   
   


sábado, 26 de agosto de 2017

CRÓNICAS DE CÓRDOBA

   A las seis en punto de la tarde, dio inicio la presentación del número 5 de la Gaceta "Crónicas de Córdoba", en la Sala de Cabildos del H. Ayuntamiento, el pasado miércoles 23, sin presentación de presidium, personificadores, las "altas autoridades que nos acompañan" ni más nada. La portada de este número es la cabeza del Tratado de Córdoba, fascimilar cuya copia se conserva en el Archivo Histórico Municipal. 
   Sentados a la mesa que lucía el Escudo de Córdoba, el Ing. Arturo Cessa Camacho, Dr. Rafael De la Mora Herrera, Dra. Adriana Marenco Aguirre y el Arq. Daniel Gómez Escoto, quien, sencillamente, comenzó la presentación de este número de la Gaceta, que incluye temas trascendentales para mi ciudad natal, entre otros, El Tratado de Córdoba, (razón por la cual tuve el honor de ser invitada), el Primer Centenario de la Batalla del 21 de Mayo, Apuntes para no sentirme forastero, historias del Comercio en la ciudad, la Rama, Córdoba Vieja  y otros más, que leí de cabo a rabo y en rapidísimo, porque son absorbentes y me recuerdan mi infancia y juventud en una ciudad que sigue oliendo a café y gardenias y a tierra mojada en tardes de lluvia. 
   Cada unos de los presentadores habló sobre la Gaceta pero, sobre todo, habló de Córdoba, la ciudad que, con su trazo a cordel según las ordenanzas de Felipe II, es una ciudad que mucho recuerda otras ciudades españolas y así lo señaló el Arq. Gómez Escoto, con buen conocimiento de causa, mientras que sopetecientos cordobeses estaban instaladísimos en la Sala de Cabildos, en silencio total que sólo al término de la presentación fue roto por un chaparrón bárbaro que se soltó de repente y provocó una corredera de quienes estaban en el parque dando de comer palomitas a las palomas. 
   El público participó de manera increíble. 
   -"Soy dueña de una papelería y les quiero decir que a los niños les piden láminas en la escuela y no existen buenas láminas de nuestra ciudad. Yo mandé a imprimir unas poquitas del Escudo y atrás puse una pequeña historia. Pero quisiera que el Consejo de la Crónica hiciera algún convenio con la casa que hace las láminas, para que podamos difundir nuestra historia". 
   -"Soy maestra de Escuela. Me gustaría mucho que ustedes fueran a las escuelas a platicar estas cosas de esta forma tan sencilla y comprensible"
     -"Soy estudiante y me siento muy orgulloso de mi ciudad y me gusta mucho que ustedes difundan nuestra Historia, para que Córdoba tenga el reconocimiento que se merece"...
   Y muchos así, que subieron la monumental escalera del Palacio Municipal, (que yo subí con el apoyo de mi compañerito de prepa, el Dr. Manuel Galán, quien en nuestras juventudes era el dueño de "La Negra", pero esa es otra historia!, picaresca y juvenil).  
   La Gaceta va en su segunda etapa, con el apoyo del H. Ayuntamiento y con un tiraje bárbaro de 1,500 ejemplares
   "Crónicas de Córdoba", en su segunda etapa, es una edición del Consejo de la Crónica de Córdoba, que integran Dra. Adriana Balmori Aguirre Quím. Adriana Marenco Sánchez, Ing. Arturo Cessa Camacho, Dr. Carlos Manuel Galán Páez, Arq. Daniel Gómez Escoto, Ing. Ernesto Rivera Pernia, Dr. Felipe Javier Galán López, Profra. Lucía Priego de Magaña, Mtra. María Bertilla Beltrán Malagón, Sra. María Reyna Ríos Domínguez, Licv. Mario González Romo y Arq. Roberto Olavarrieta Marenco, además del MVZ Tomás Ríos Bernal, Presidente Municipal, Profr. Rodolfo R. De Gasperín, Secretario del H. Ayuntamiento y el Dr. Rafael de la Mora Herrera, Cronista de la Ciudad. 
   Al término de la presentación, la Dra. Adriana Balmori dijo "quisiera que nuestro Alcalde nos ofreciera unas palabras" y me quedé patidifusa, porque no había visto que el Alcalde estuviera en el lugar. 
   Lo que ocurre es que el Alcalde había llegado puntualmente y se sentó entre el público, escuchó toda la presentación y se acercó al frente, dijo breves palabras y nos avisó que nos tenía un regalo, para todos los asistentes: la Réplica, en papel pergamino, de Los Tratados de Córdoba, "es copia fiel del  original, 24 de agosto de 1821. José Domínguez". Igualito que en Veracruz. 
  Es claro, fotos y sonrisas y el chaparrón: era inevitable refugiarse en el Tabachín y portalear un rato en el mismo lugar que pasé mi juventud.... 
   Al otro día, 24 de Agosto, me tocarían otras aventuras que luego les cuento. 
   Y nada más... 

   

viernes, 21 de julio de 2017

CON JUAN RULFO: UNA PUESTA EN ESCENA

   La culpa la tuvo Emilio Cuevas desde que leyó Cartas a Clara, que escribió Juan Rulfo a su esposa Clara Aparicio, desde que se enamoró de ella cuando ella era muy, muy joven. Emilio se encontró el libro, ese y otros, y con la complicidad de Margarita Peña, organizó una jornada literaria en el IVEC, en la cual participamos Alberto Sangabriel, joven actor y quien esto escribe, como se dice...
  Todos de negro hasta lo pies vestidos, tuvimos la fortuna de un público que abarrotó la sala: hubo que traer sillas y bancas y aún así, muchos se quedaron de pie pero no se fueron: gracias, eso quiere decir que les gustó el asunto. 
   Emilio leyó varias de las Cartas a Clara y se le notaba la emoción, cosa que es importantísima a la hora de participar en un asunto como este, porque no hay nada más terrible que la falta de imaginación o la falta de emoción, porque a todo conferencista que se respete le compete, está obligado, a hacer partícipe de un sentimiento o de sus sentimientos a quienes lo escuchan: en caso contrario, no pasa de una lectura cursi que puede hacerse en cualquier grupito de lectura de los que ahora tanto abundan y donde los veracruzanos, fíjese bien, andan descubriendo la Literatura a los 60 y tantos, y se quedan sorprendidos de textos que dejaron de ser importantes hace como sopetecientos años. 
   Tiene razón Cristina H. Rociles: fue una buena puesta en escena y confieso que hasta hicimos ensayo, en casa y a La Hora del Amigo, para que todo resultara lo mejor posible. 
   Usted, que no estuvo, debe saber que Alberto entró, ya con la sala a reventar, caminando despacio y leyendo textos de El Llano en Llamas, ante la sorpresa y el azoro de un público que no sabía de dónde llegaba la voz y ese era el chiste... 
    Ya entonces Margarita Peña, magnífica en su papel de presentadora, hizo los honores y eso dio tiempo a que siguiera llegando gente, lo cual nos tenía agradablemente sorprendidos, porque significa, ¡por favor!, que no toda jornada literaria es aburrida: los aburridos son los que la ofrecen... 
   Emilio leyó, repito y leyó bien y Alberto por su parte hizo la lectura de otros tres fragmentos de El Llano en Llamas y es claro que me pasé un buen rato sosteniendo el micrófono, pero no importa, porque de esa manera su joven voz llegó a toda la sala y poquito más. 
     A mí, como se ha hecho costumbre no se por qué, me tocó al final y en otro espacio encontrarán mi texto, "JUAN RULFO: CARTAS A CLARA", corregido y aumentado, porque me obligo a escribir todas mis participaciones, por modestas que sean, porque es una manera de demostrar respeto a quienes nos acompañan, que merecen exposiciones claras, bien estudiadas y, si se puede, hasta divertidas. 
   Hilda Verde pidió otra carta, por favor y por supuesto que Emilio Cuevas lo hizo con gusto y Alejandro Schwart, maestro y amigo, nos dio cátedra de sus conocimientos sobre la obra fílmica basada en la obra de Rulfo y dijo una frase genial: 
   "Cuando se preguntan por qué Rulfo no escribió nada más, creo que es superfluo. No necesitaba escribir nada más que esas dos joyas de la Literatura", en lo cual estamos total y absolutamente de acuerdo: no hay cosa más terrible que los autores que padecen "diarrea mental", pero que no tienen nada que decir y, sin embargo, sus libritos se venden como pan caliente. 
   (Digo, me refiero a libritos de esos que se titulan "Como ser feliz en diez días", "Como hacer dinero en un año", "Como bajar de peso en dos semanas" y otras barrabasadas por el estilo y hasta incluyo las sombras del tal Grey, que no es más que pornografía disimulada). 
   La obra de Pierre Verger, cuyas extraordinarias fotografías siguen expuestas en el IVEC, fueron de veras el marco perfecto: esos personajes retratados por Verger son exactamente los que uno se imagina en Comala y en todos los llanos a que nos arrastra Rulfo y hasta puede uno encontrar a Fulgor Sedano en blanco y negro y a otros que seguirán en la memoria colectiva... 
   Gracias a todos los amigos que nos acompañaron y espero que hayan disfrutado esta jornada, en el centenario del nacimiento de Juan Rulfo. 
   Y nada más. 



JUAN RULFO: CARTAS A CLARA

   En uno de los más extraordinarios ensayos de Carlos Monsiváis, "Notas sobre la cultura mexicana del Siglo XX", incluído en el segundo tomo de la Historia General de México, (edición de El Colegio de México, 1976), habla sobre la obra de la llamada "Generación del 50", según la llamó José Emilio Pacheco, ("un rótulo que posee la vaguedad y la precisión necesarias", afirma Monsiváis), que incluye naturalmente a Juan Rulfo, Juan José Arreola, Rubén Bonifaz Nuño, Jorge Ibargüengoitia, Jaime García Terrés, Jaime Sabines, Augusto Monterroso y un largo etcétera, en que se incluye mi poeta favorita, Rosario Castellanos. 
   "El en Llano en Llamas y en Pedro Páramo, dice Monsiváis, Juan Rulfo vivifica admirablemente el idioma de los mexicanos y extrema y renueva un proceso narrativo. En su obra, continúa Carlos, culmina y se extingue una tradición novelística". 
   "De un tajo, Rulfo libera a la narrativa mexicana de la imposición de un realismo equívoco". 
   Esta es, a mi leal saber y entender, la frase que resume la corta obra de Juan Rulfo, con los 17 relatos de El Llano en Llamas de 1953 y Pedro Páramo, de 1955, Rulfo recomienza la narrativa en México. 
   Aquella generación, que incluye poetas, narradores, novelistas y cosas peores, había leído a William Faulkner, Ramuz o José Guadalupe de Anda y había encontrado un camino literario desconocido hasta ese momento, no ignorando la recién concebida y aplaudida narrativa revolucionaria, sino hallando otras formas estilísticas que no necesariamente "quieren persuadir o conmover", que cada quien la interprete como le va en la feria o como le fue en la Revolución. 
   DE PELÍCULA...
   Con títulos y viñetas de Vicente Rojo, fotografía de Gabriel Figueroa y un guión que dirige el propio Rulfo, con Carlos Fuentes y Manuel Barbachano Ponce, Carlos Velo dirige, en 1967, la película "Pedro Páramo", con el guapo John Gavin en el personaje de Pedro, quien, según la crítica de entonces y hasta ahorita, no la hizo en absoluto con su cara de palo y su acentito gringo, en tanto que Ignacio López Tarso se sublima en su papel de Fulgor Sedano, porque ocurre que así, precisamente, se imagina uno al maldito de Fulgor Sedano, con esos ojos semicerrados, la mirada de lado y penetrante... Pilar Pellicer, actricita entonces de moda, encarna a Susana San Juan y Julissa pasa de cantante de rock al papel de Ana Rementeria, mientras que una desconocida, para mí, Gabriela Doring, encarna a Damiana Cisneros. Narciso Busquets y otra barbaridad de actores, dan vida a los personajes de Comala y cualquiera de ustedes pueden ver la película en internet, en esos lugares a los que nunca se cómo entrar, porque yo la via a la hora de su estreno, que los años pasan, carajo. (Hay otras versiones, pero esta me dio la imagen de Comala: al paisaje no lo pueden estropear ni los malos actores). 
   LOS NOMBRES Y LAS FRASES 
   Uno de los elementos fascinantes, literariamente hablando, son los nombres de Pedro Páramo... Juan Preciado, Fulgor Sedano,m Abuendio el arriero, Eduviges Dyada, Doloritas, Inocencio Osorio, Padre Rentería, Terencio Lubianes, Damiana Cisneros, Susana San Juan... 
   Un largo etcétera, que al buen lector lo ponen a pensar, ¿de dónde sacan ellos, -los escritores-, esos nombres que se convierten en seres vivos para siempre jamás. 
   Confieso que hasta la segundo o tercera lectura logré ubicar al creador de la dinastía Páramo, el viejo Lucas, que era más bien un malvado, su hijo Pedro, que se convierte en alguien peor que el padre y el nieto, Miguel, que se mata cabalgando en la noche después de visitar a una de sus numerosas novias..., 
   "Parece que el caballo es el único que siente su muerte"... dicen 
    "Cerró la puerta y abrió sus sollozos", 
   "Es que la alegría cansa", 
   "Mi novia me dió un pañuelo con orillas de llorar" 
   "Un rencor vivo"... 
   No sólo los nombres, las frases son las que hacen vívida a inolvidable una obra. Así como en Agustín Yañez se recrea, a veces un poquito hasta el cansancio, el refranero popular mexicano, igual que en otros novelistas de la Revolución, en Rulfo y otros no es el refrán, sino la frase perfecta: "Cerró la puerta y abrió sus sollozos"... 
LAS LEYENDAS 
    Sobre cada escritor, sobre todo al momento de su muerto o, como es el caso, en el centenario de su nacimiento o de la edición de sus primeras obras, existen leyendas que, como toda leyenda que se respete, están fundadas en un trozo de realidad. 
   Se dice y seguramente todos ustedes lo saben, que Alvaro Mutis le llevó a García la obra de Rulfo y le dijo: "Lea esa vaina, para que aprenda" y la leyenda afirma que García Márquez se leyó dos veces, ese mismo día, Pedro Páramo y al otro día El Llano e Llamas y afirmó que nunca había sentido otro impacto tan fuerte, excepto por la lectura de La Metamorfosis, de Kafka, que había leído diez años ante. 
   Así lo afirmo varias veces, y consta en la entrevista que le hiciera Juan Jesús Aznarez, en 2003, en el cincuentenario de la primera edición de El Llano en llamas y el propio Alvaro Mutis lo contó en varias ocasiones. 
  Un triángulo: Mutis llega con la obra de Rulfo, García Márquez se impacta con el autor mexicano, afirmando, en varios momentos, la influencia que tuvo en su propia obra y su realismo mágico, distinto a aquel "realismo equívoco", del que nos habla con su divina ironía Carlos Monsiváis. 
   (He sido afortunada: En 1974, cuando conocí a García Márquez en Londres, le pregunté sobre el asunto. En 1979, en Las Palmas de Gran Canaria, en el Primer Congreso Iberoamericano de Escritores, se lo pregunté a Juan Rulfo, (a quien en aquella ocasión miré sonreir) y me costó un poco de tiempo, pero en 1982 Álvaro Mutis, aquí en Veracruz, me confirmó la historia. )
   Como ya escuchamos las Cartas a Clara que bien nos leyó Emilio Cuevas y la lectura de textos de Alberto Sangabriel, no deseo alargar este encuentro. 
   Pero como siempre digo al final de momentos como este: por favorcito, lo que tienen que hacer, para ayer, es leer a Rulfo -los que no lo han leído- y releer a Rulfo, aquellos afortunados esa pequeña joya que es su obra. 
   Y nada más... 



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