sábado, 17 de junio de 2017

JUAN VICENTE MELO Y LA DESOBEDIENCIA

   Cuando Beatriz Melo Ripoll estaba leyendo la carta que le escribió a Juan Vicente, su hermano, hace sopetecientos años, le pedí un pañuelito a la amiga de junto. Ni modo. "La vida no es nada divertida: es horrenda", decía Juan Vicente. 
   Esto fué el jueves pasado en el CEVART, donde Beatriz, Rafael Antunez, Javier Mora y Javier Ahumada, presentaron tres-libros-tres de uno de los mejores escritores mexicanos del Siglo XX. Veracruzano para más señas. 
   La Obediencia Nocturna, Autobiografía y Cuentos Completos, fueron reeditados por la Universidad Veracruzana, Institución que, por cierto, le debía esto y mucho más a un personaje de las letras mexicanas, pero así es la vida: horrenda. 
   El Centro Cultural atascado, por supuesto. Mayoritariamente de personas mayores, porque los jóvenes están clavados al celular y leer no es algo que hagan con gusto y, acaso, son lo que se dice "analfabetas funcionales", lo cual significa que pueden tener hasta títulos profesionales pero no tienen cultura, que son dos cosas bien distintas. 
   A la entrada, dos mesas: en una libros de la Editorial UV a DIEZ pesos, por lo cual aumenté con varios volúmenes mi Biblioteca y enfrentito, los tres libros de Juan Vicente, que tengo en la edición original, pero que adquirí para la biblioteca que estoy formando para mis nietos. Cuando Néstor Mora me vio cargando bolsas color de rosa, llena de libros, se botó de risa y me dijo: "Parece que fuiste al súper"... 
   La mesa fue ágil, porque el moderador, a quien no tengo el gusto de conocer, no moderó nada, lo cual permitió un juego interesante entre entre Rafael y Javier, porque Beatriz Melo es una experta en estas cosas y guardó silencio hasta el momento exacto... 
   Antunez hizo un recuerdo divertido, respetuoso, de su contacto con Juan Vicente, en la época xalapeña: 
   "El magisterio de Juan Vicente era ponernos a leer, sin pedirlo. Nos hablaba de algún escritor y José Homero y yo corríamos a comprar el libro y leerlo y, a la siguiente semana, el Maestro nos hablaba de otros escritores que tampoco, por supuesto, habíamos leído... y así, hasta el infinito"
   Por su parte, Javier Mora fue muy honesto 
   "No lo traté como Rafael. Lo vi dos o tres veces de lejos, pero eso me ha servido para tener una perspectiva diferente de su obra. Melo no es el escritor que publica cada seis meses o cada año y sale en los medios y en la tele y con todo respeto para ustedes, no es 'ligerito', como Rulfo o Carlos Fuentes o la Poniatowska.  Su narrativa va mucho más allá. Es un escritor profundo, denso, inigualable". 
    Iterar la secuencia de la presentación de los libros de Juan Vicente Melo me parecería más bien no imposible, pero si incierta, porque los dos presentadores no leyeron textos, (como yo lo hago), sino fueron relatando anécdotas de un escritor que ha marcado sus vidas en el mundo de la Literatura. Y no sólo a ellos, sino a muchas generaciones de escritores mexicanos, en quienes se nota la impronta del Maestro Melo, narrador, ensayista, crítico musical y promotor de la Cultura, esta sí con mayúscula. 
   Al final, ofrecí a los dos jóvenes investigadores permisito para hurgar en mis cajas de archivo, donde guardo cartas, historias, invitaciones, recuerditos, documentos con la firma de Juan Vicente Melo, que fui acumulando durante los muchos años en que tuve el honor de ser su amiga y con quien mi señor marido y yo compartimos historias y aventuras no aptas para menores y por eso no las cuento todas. 
    La trascendencia de la obra de Juan Vicente Melo aún no ha sido reconocida "como debe ser", puesto que, en otros mundos, otros países, otras culturas, su obra está considerada como una de las más importantes de México. 
     En 1974, en la Embajada de Londres, siendo Embajador Hugo B. Margáin, se entregó el Premio Novela México a Jorge Ibargüegoitia, en un coctel de antología, que aún no acabo de digerir. 
    Allí, en la sala de la Embajada, mi esposo Luis Manuel Tello Deschamps y Gabriel García Márquez departieron largo rato. 
   Pero lo primero que preguntó el tal Gabo, cuando supo que éramos de Veracruz: 
   "Cómo está Juan Vicente. Sigue escribiendo. Es extraordinario. Le dicen que lo abrazo". 
   Gracias a Juan Vicente (y a la poeta Isabel Frayre), conocí a García Márquez, ante quien mi única tarjeta de presentación fue ser amiga de Juan Vicente Melo. 
   El total de los escritores allí presentes, Fernando del Paso, entre otros, de lo único que preguntaron fue de Melo, Juan Vicente, el escritor veracruzano...
   Ahora, lo único que le falta a usted es buscar las obras de Juan Vicente Melo... y leerlas. 
   Y nada más. 
   
   



   

 SAN VALENTÍN, EL ENAMORADO              Yo quería escribir toda suave y modosita sobre San Valentín y contar su enamoramiento de la hija de...