martes, 20 de mayo de 2014

LOS MARIACHIS CALLARON...

   Estoy en el portal de Veracruz, en Plaza de Armas, casi a la hora azul de Agustín Lara. A una hora en que, todavía, no llegan los elementos básicos de un portal veracruzano.
   Y entonces, de repente, los mariachis callaron...
   Pero se callaron porque, en la banquetita del portal de uno de los hoteles de lujo del puerto, en que estoy alegremente instalada, sábado, caraxo, ha llegado a poner su expendio una señora disfrazada de tehuana, que cargó, con mucho esfuerzo, una cubeta de plástico (de esas de pintura), una olla de peltre café de unos 30 centímetros de diámetro y otros tantos de alto, una bolsa de plástico llena de algo que descubrí más tarde, otra cubetita más chica, una olla thermos azul, (que se veía de lo más pesado), otra bolsa de mecate llena de vasos y platos de plástico y, ¡por fin!, se sentó, ¡exactamente frente a donde yo estaba mirando mi Plaza de Armas!, estorbando el panorama...
   Los mariachis callaron, digo. Pero se callaron, porque todos fueron con la disfrazada de tehuana, a pedir el "lonche"...
   -A mi el mole con arroz, sin pollo...
   -Póngame dos tamalitos rancheros...
   -No, doña. Yo nomás quiero unos tacos dorados, pero seis...sin picante...
   -¿Trae atolito de avena o qué?...
   Yo estaba decentemente disfrutando mi canasta básica, (queso, pan y vino), y llega la señora aquella a destrozarme las papilas gustativas porque, por supuesto, se me antojó toda la barbaridad de manjares mexicanos, de esos que, además del polvo de la calle, la basura que vuela, la falta de higiene y todo lo demás, ¡huelen a sábado de gloria!...
   Pero nó, me dije. Aquí me quedo, mirando... Miré de tal manera el negocio, (¡nada de facturas, notas, impuestos y otras madres!), que estuve a punto de renunciar a mi jubilación y hacerme un hueco allí mismo, hombre, que por las cuentas del gran capitán que le estuve contando, ganó en esa tarde más que muchos pobre jóvenes que se joden la vida en una oficina ocho horas diarias y, además, tolerando al jefe...
   Alberto, el ceremonioso mesero, me informa:
   -Es inútil, maestra. No la hemos podido correr de allí...
   -¡No me diga!, le dije, pero él si me dijo... Ni modo...
   Me cansé de rogaaarle.. Perdón. Me cansé de mirar el asunto e intenté mirar hacia los árboles de mi plaza, a la hora en que los malditos pajarracos hacen un escándalo bárbaro para buscar su rama favorita...
   El portal de Veracruz... A esa hora, pardeando la tarde, salen del hotel tres parejas de turistas despistados. Uno, con traje negro, corbata roja, zapatos y sombrerito blancos. Ella, con traje rojo con la pierna derecha al aire y una como mascada de tul blanco... El otro, con camisa floreada, sombrero y pantalón negro. De la tercera pareja ya no me fijé, porque estaba botada de risa...
   Seguro que vienen a filmar una telenovela mexicana, pensé. A lo mejor, la segunda parte del Danzón aquel en que destrozaron la historia del danzón, dije.
   Mientras, se me van los ojos tras el individuo papanteco disfrazado de papanteco, que exhibe unas varas largas con los voladores de Papantla: los cuatro muñequitos voladores vuelan, lentamente y el malvado se detiene frente a mi mesa, porque bien que sabe que lo estoy mirando y a punto de llamarle, hasta que el marido, que es hombre inteligente, me lo impide...
   El papanteco se va, pero llegan las chicas del tacón dorado... La verdad, muy elegantes. Es un bar de primera, ¡así te cobran el copetín!, y mientras los mariachis ya han tomado su segundo aire, los turistas con dos menyules a cuestas, se van tras la finta...
   ¿Usted, estudia o trabaja?...
   Ni estudian ni trabajan, pero no se los digan...
   Cuando los mariachis callaron, se arranca la Banda Municipal: "tarracacha chan chán, charrachán...!, porque es tarde de danzón y más tardan en soltar la última nota que arrancarse la marimba, ¡oye la marimba, como rezumba, cuando canta para tíiiii!...
  Y me fascina el portal de Veracruz, porque sólo aquí se ven todas estas cosas, grandes y maravillosas y porque he estado en muchas otras plazas, pero ninguna tiene este aire de fiesta todo el año, todo el día, pardeando la tarde, sobre todo, a la hora azul...
  Veracruz y su portal. Sobrevive, a pesar de que no hay partido que no quiera partirle más bien, lo que se dice, la progenitora...
   Y nada más...
  
 
  
  
 
 

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