jueves, 26 de octubre de 2017

EL SEÑOR DE LOS CARRITOS

   Me voy de safari. Peligro. Debo tener cuidado. Por lo mismo, visto pantalones color caquí, de soldado en desierto, con bolsas ocultas. No llevo aretes, collares, reloj, anillos, pulseras ni ningún otro elemento llamativo: a los animales les gustan las cosas que brillan. El cabello modosamente peinado en "chongo abuela" y recios zapatos negros, de los que permiten correr para alejarse del peligro o, en su caso, soltar una de las patadas voladoras que aprendí en mis clases de judo. (Las demás artes marciales todavía no estaban de moda, pero estas patadas en salva sea la parte, son muy efectivas, les digo). En el bolsón de Mapimí que llevo terciado a la espalda, estilo soldadera revolucionaria, llevo pañuelos para el calor y una cartera con una sola tarjeta bancaria, de las que tienen como tres pesos y medio. Y sí, también como otros tres pesos y medio en efectivo, porque a los animalitos también les gusta el tacto del papel... Antes de salir, practico un poco con las llaves del auto: hay que ubicarlas en la palma de la mano y dejar, entre los dedos medio y anular, el pico de la llave más grande: en caso de puñetazo, son mortales... 
   No llevo sombrero, porque estorba... 
   Llego al estacionamiento del supermercado y, antes de bajar, atisbo si está libre el camino. ¡Ufff!. Si está libre...
   Hago las compras que todas las amas de casa hacemos, en los safaris a los que nos hemos acostumbrado. A veces, algún marido también anda en los pasillos con su lista y su carrito, pero más bien son pocos y los carritos va llenos de pomos y papas fritas... Es otro tipo de safari...
   No piensen ustedes que estoy exagerando: ir a los mercados o a los supermercados es toda una aventura. Un safari. Una excursión que, en esta ciudad y en el resto del país, se ha convertido en un riesgo. 
   Si es en mercado, no tiene uno donde estacionar el elefante o el caballo. Por allí andan los hombres del trapo rojo, que pertenecen a la especie de "ataque inminente". Si no se les da propina usted puede ser víctima "ipso facta" de ataque mortal, el insulto y la agresión. A eso, agregue usted la basura, el lodo, los olores y, si se descuida, le toca alguna explosión de las de újule... 
   Si es en supermercado, los estacionamiento, ¡en todos lados!, son el campo de batalla en que atacan los animales, casi siempre en pareja porque, en el fondo, son cobardes: sólo en manada se sienten protegidos... Todos los días leemos de robos "express" en los estacionamientos y en la calle, a la salida de los bancos y, por desgracia, no estamos preparados para la defensa y para cuando llegan los polis lo único que queda por hacer es llorar y ver como, todos lindos, ponen sopetecientos metros de listoncito amarillo que dice "no pasar" y se van en Santas Pascuas, después de estropear las "pistas" que hubiesen podido quedar, como huellas digitales, huellas de zapatos, trozos de vestuario, y otras maravillas de las que salen en la tele, pero nomás en tele, porque aquí nuestros jenízaros no saben nada de los CSI Miami y Nueva York... 
    Salgo, pues, de mi safari semanal. Por supuesto, atrás de mi coche está estacionado no uno sino dos carritos de otro comprador que llegó antes y a quien le dio pereza llevarlos a su lugar... No grito, porque los ruidos llaman a los animales... 
   Pero veo al Señor de los Carritos... 
   Anda cerca de los 60 o cuando menos así parece. Sol, lluvia, viento, no importa. Anda por todo el lugar juntando los carritos que todo mundo deja desperdigados por todos lados. Le llamo amablemente: "Señor de los Carritooos"... Él reconoce mi vozarrón y se acerca... 
   -¿Otra vez, señora?
   -Otra vez, mire nomás... 
   Como ya hasta somos amigos, me ayuda a subir las bolsas al auto. Nunca acepta propina y me da la impresión de que, sencillamente, quiere hablar con alguien "de tú a tú", sin que lo vean de lado: para mí, es el vigilante de la jungla y pese a su fragilidad, me siento protegida cuando se acerca... 
    Porque esta ciudad, la otra, la otra y la de más allá, se han convertido en la jungla. (Aquí no está "El señor de los Anillos", pero está mi amigo El Señor de los Carritos...)
   Sólo que en esta jungla los animales tienen dos patas... 
   Y nada más... 






   

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