lunes, 23 de octubre de 2017

LOS TIMBRAZOS DEL DOMINGO

   Se supone que el domingo, ya les dije algunas veces, es día de descanso, pero es mentira: es el día de los timbrazos... 
   El primer timbrazo es de doña Erika, que pasa hace unos quince años con unas gorditas muy especiales, ¡de comal!. Nada del aceite rancio de tres días en el cual, a veces, flotan moscas y patas de cucaracha y de quien soy cliente fiel, pero medida, porque nunca he comprado más de tres...
  Más tardecito, pasa el Niño de las Flores: media docena de bellísimos crisantemos amarillos que tardan una barbaridad, a veinte pesos el ramo, en tanto que en las florerías de postín le andan a uno cobrando 200 pesos por media docena que se despelucha al día siguiente de haberlas comprado... 
   Silencio mortal. Regreso a la máquina, intentando seguir con alguno de los tres libros que tengo en preparativos hace mil años, confiada en que nadie molestará, porque ya hablé con mis nietos "por tele, Abuela", (skype, vaya) y me han contado sus aventuras: esta vez el padre los llevó al Castillo de Chapultepec "para hacer la tarea de conocer la Historia"... y también se que mis hermanas están bien... Escribo... 
   Pero suena el timbre. 
   -Fíjese que vengo de la casa hogar patatín donde... observo al chavito, en cuya bolsa de la nalga izquierda aparece un celular más grande que el mío, azul, trae vaqueros deslavados, pero de marca y una horrorosa "esclava" de oro o algo parecido, en la muñeca derecha, que le da un aire de pelafustán de callejón... 
   Lo observo, digo y lo despido con cajas "medio destempladas", porque aún no estoy muy enojada, carajo... 
   -Fíjese patrona que estoy juntando unos centavitos, que ayer se me murió mi niñita y no tengo para el entierro, fíjese... y exhibe en la mano un papel arrugado y amarillento...
   El individuo anda en los cuarenta, panzón muy respetable, con una camiseta que fue blanca y ya nunca lo será, llena de lamparones de algo que puede ser salsa de tomate, cerveza o cosas peores... Malévolamente le pido ver el papel y, ante mi imperioso comando, se atonta y me lo enseña: es efectivamente un papel membretado de equis hospital, receta fechada hace más de tres años... A ese si lo despido ya con cajas muy destempladas, porque parece ser que hijos, abuelitas, esposas, maridos, cuñados, la prima de la esquina y otros más, se andan muriendo en sábado y el domingo los "deudos" andan a la recolecta. 
   En domingo: día en que, a lo mejor, anda uno medio desvelado o medio crudo y medio cansado y entonces no presta mucha atención y hace su penitencia ofreciendo ayuda para el sepelio... ¡Pero no caí!... 
   El peor de los timbrazos dominicales es el de los "pregoneros del recuerdo", como se me da la gana llamarles. Casi siempre dos o tres señoras que antes del ¡Buenos días!, comienzan a adoctrinarme y a preguntarme si he leído la Biblia, "el libro del Señor" para que podamos discutirlo... Ahí las interrumpo. 
   -Esperen un momento, les digo. 
   Y regreso con mi Santa Biblia en "antigua versión de Casiodoro de Reina, (1569), revisada por Cipriano de Valera (1602) y cotejada con traducciones de los textos hebreo y griego", los Salmos de El Nuevo Testamento de los Gedeones Internacionales, El Libro de Mormon, tomado de las Planchas de Nefi y traducido por José Smith, hijo, en edición de 1952, un Tratado de Buda de 1957, El Ying y el Yang, una edición a la que no alcanzo a ver la fecha de la Tora, otros libros más y entre ellos se me va el texto de Albino Luciani, "Ilustrísimos Señores", en edición española de 1978.. 
   Mis libros pesan una barbaridad, pero logro llegar a la puerta... 
   -Bien señoras, les digo: ¿ustedes ya leyeron todos estos libros?... Cuando los lean, con mucho gusto les invito un café y nos ponemos a platicar... 
   Se quedan mudas y se van... 
   Por alguna razón, fíjese bien, el domingo es cuando más timbrazos se escuchan, cuando menos en mi hermosa calle llena de almendros (que tiran hojas que es una barbaridad, pero las barremos). 
   Es como si las personas dedicaran el domingo no a descansar, sino a dar guerra a los demás que sí estamos intentando descansar o hacer algo distinto, porque es el día en que no suenan los teléfonos ni hay tareas pendientes, que se harán el lunes y hasta es posible que "el domingo se alargue como hilo de cometa" y parezca un día más largo que otros días, porque todo es posible... 
   Ya, por la tarde, el único timbrazo que estoy esperando es del señor con triciclo que pasa vendiendo tamales de masa, elote de chile y de dulce, bollitos de elote, atole champurrado y otras maravillas. 
   Tarde de domingo... 
   Y nada más.. 







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