lunes, 12 de mayo de 2014

LOS FESTEJOS

La Madre se levantó tantito antes de la siete, a preparar el desayuno del marido, (que sí iría a trabajar), y el desayuno de los más pequeños, (en los veintipico, los angelitos), que se levantarían tarde porque les habían dado libre el día festivo.
Luego de lavar los platos, ¡feliz día de la madre, mamacita!, la Madre se fue al marcadito grande, porque anoche los hijitos mayores, (en los cuarentipico, ellos), le avisaron que irían a comer para festejarla: ¡cómo no, mamacita, si es tu día y allá vamos a verte!, dijeron con mucho amor.
La lista del mercadito era más bien grande, porque había que comprar las cervecitas para los mayores, el whiskyto del señor marido, que no tomaba otra cosa, "por la presión, mija, que ya me caen mal las cubas", las cocas de dieta para las cubas de la mayorcita, pobre, que estaba tantito pasada de peso pero que le pidió unos tamalitos para la fiesta, (mamá, porfa), que a la Madre le hizo de emergencia una su vecina, que total, también tenía la dicha y el honor de que sus hijos llegaran a saludarla en tan especial ocasión, o séase...
A ver: faltaban las botanas, ¡faltaba más!, un poquito, (muchito),de queso para picar, las aceitunas de Carlitos, las papas de Fulanita, (la gorda), los refresquitos de los nietos, pobres, que no podrían comer el mole y los tamales, por lo cual habría que prepararles una sopita de pasta o algo para llenarlos y estar pendiente de que no se comieran los alimentos que les habían prohibido los doctores, ¡qué barbaridad!, mamá, si mijito no puede comer eso, ya te dije...!
Cuando la Madre regresó del super, la pobre  azagata ya tenía cocidos los tres pollitos, (menos, imposible), y había lavado la "superolla", patrona, que me costó mucho trabajo sacarla de hasta arriba, donde la pusimos el año pasado, le dijo, toda sudorosa y más bien enfurruñada, como cada vez que la Madre le avisaba que vendrían los hijitos, que ya sabía a lo que se enfrentaba...
Tres pollos y dos kilos de pasta de mole más tarde, con la mesa puesta de manteles largos, las chelas enfriándose, los refresquitos fresquitos, la botaniza en las charolitas, los servilleteros llenos, el árnica, la caja de curitas y  el sal de uvas muy a la mano, a la Madre le dio tiempo de darse un baño rápido, tapar las arrugas de cansancio con tantitos polvos de la madre Matiana, ocultar las canas con su peinado de emergencia, (no le dio tiempo de ir al salón), y volar a la sala a proteger los controles de la tele con la bolsita de plástico que siempre le ponía en estas especiales ocasiones, por si las chelas y las salsas, revisar que estuviera bien puesta la mesita de los nietos, en el rincón menos peligroso, (sin cristales cercanos), revisar que la azagata hubiera puesto todas las sillas y es claro que se encontró al marido, "pedí permisito, mija, para acompañarte", echándose la primera para los nervios, cómo nó, que ya sabes que ver a la familia me gusta mucho pero me da temblorina, dijo...
La amable vecina, con la cabeza todavía llena de tubos de colores, le llamó por teléfono para que fuera por los tamales, que ya estaban listos y todavía faltaba, ¡Válgame Dios!, recoger el pastel que había encargado la noche anterior, cuando le avisaron de la fiestecita y las cuatro bolsas de hielo, "a ver si alcanzan", en la tienda de la esquina abierta las 24 horas del día, por supuesto, que para eso las tiendas de conveniencia se pintan solas...
¡Qué felicidad de la Madre!...
Fueron llegando los hijitos con mucho amor, cargados de más botanas y hasta (eso creo), de un ramo de flores más bien mustias, que uno de ellos había comprado de carrerita en una parada de semáforo, porque al otro bruto se le había pasado comprar el arreglo floral que todos habían pensado en honor a la Madre, pero había tenido festejo de oficina y apenitas se iba levantando el pobre y la lana se la había gastado para curarse la cruda...
No cabían en la mesa, aunque era grande. A la Madre le tocó en la esquinita, (lo más carca de la cocina posible, para que todos estuvieran atendidos)... Mamá, pásame otro tamalito, Mamá, sírveme otro platito de tu mole, que me gusta tanto, Mamá, ¿Qué ya se acabaron las chelas?, mamá, ¿hay más tortillas?.... ¡Niños, no griten tanto!
Una hermosa comida...
Con la fresca de las doce de la noche, (la muchacha había caído rendida en la batalla), mientras la Madre levantaba el desa - guisado del comedor y lavaba los últimos platos de la cumbancha, en la sala había un sonoro des - madre, porque los hijos y el marido estaban viendo la repetición del partido de la mañana, los pobres, porque no lo habían visto para festejar a su mamacita del alma...
Esto y cosas peores, pasan en el día... de la Madre.
Y nada más
 
 
 
 
 

1 comentario:

  1. Pues si, la Maternidad a la Sara García es una deprimente caricatura del mexicano...

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