sábado, 26 de julio de 2014

TURISMO CHATARRA

   Todo comenzó en la puerta y fue mi culpa.
    Me falló la estrategia temporal: llegar ANTES que los "superpaseantes", (esa caterva de jóvenes estudiantes o ninis, que cantan, corren por los pasillos, gritan, tocan todo, se embolsan algún pequeño objeto y no compran nada), y DESPUÉS  del "club de los madrugadores", hombres y mujeres, trabajadores, que arrasan con las mejores frutas y verduras, compran el pan recién horneado por costales para las tortas de la esquina y desaparecen más rápido que un billete de cien pesos.
   Fue mi culpa, digo.
   Porque en la puerta me encontré a La Tribu.
   El Gran Jefe Panza Ancha, cincuentón, vestía, ya, traje de baño tamaño "King size", playera tamaño mosquitero, zapatos de canotaje, ¡con calcetines! y un gorrito comprado en la playa, que fue azul pero tiraba más bien a gris peluche. Sudaba...
   La Reina Consorte empujaba el carrito atascado hasta las orejas...
   Junto a ella, dos niñas adolescentes a la "moda piruja", (esa moda que usan, con el pantaloncito rabón, la blusa que deja al descubierto un hombro sexy, media teta al aire y chanclas de marca, pero chanclas. No sandalias. ¡Y con "vidriantes" a las diez de la mañana!). De algún modo, que he practicado pero no lo consigo, llevaban los audífonos, una bolsa de papitas bajo el brazo izquierdo, el telefonito en la misma mano y al tiempo que escuchaban música, hablaban con la hermana, chateaban con el novillo y hacían como que no iban con la parentela, lograban comer papas como si les fuera la vida y sin pensar en la silueta, porque están en la edad en que son huecas y por más que coman no engordan...
   Estorbando a la Reina Consorte, dos niños de cinco o seis años de indescriptible moda: no logré captar de qué iban vestidos y sólo pude distinguir el color chillón de su vestuario y dos o tres monstruos en las playeritas.
   Muy lentamente y apoyada en un bastón de esos "cuatripatas", la Reina Madre. (O la Reina Suegra, no lo supe), acompañada de una señora de mediana edad, (entre 50 y 60), que la apoyaba. Es el tipo de señora que no falta en ninguna tribu que se respete, porque o bien es la tía solterona que invitan para que cuide a la Reina Madre y a veces haga de "babysitter", o séase, ¿veeeés?, o es una vecina colada acomodaticia que aprovechandito la amistad se lanza de vacaciones pagadas, "aunque yo pago lo mío, amiga", dicen siempre.
   Quién me dio profunda tristeza fue el último de la tribu. Mayor que los niñitos, menor que las niñitas. Entre doce y trece: tenía cara de "ya quiero regresar a la escuela, por favor", porque era el único preocupado por la tribuidad, el que no sabía donde meterse de la pena ajena, el único que vestía un vaquero, playera de color verdecito y sandalias de playa. ¡No llevaba móvil ni tapaorejas!....
   Pero el carrito...
   El carrito fue lo mejor: cuatro refrescos gigantes de cola, dos de color anaranjado, tres bolsas gigantes de papas, otras que decían "nachos", (cualquier cosa que eso signifique), cinco - digo - cinco six packs de chelas "bien elodias", un botella de ron y otra de whisky, dos botellas de esa miserable bebida que beben las niñitas adolescentes porque es dulcecita y no saben que, además de pesar una borrachera bárbara, pescarán con el tiempo una hermosa diabetes melitus pero cuádruple, ¡pero quién les dice!, un rollo de toallas de cocina, una bolsa aplastada donde alcance a leer "...trikis" y ya no me acuerdo que más...
   Chatarra. Turismo chatarra.
   La chatarra no tiene nada que ver con la economía, sino con la educación. Con la pereza. Con el hambre que no se quita sino con el hartazgo. Con la hueva, ¿veeeéss?...
   Fascinada en mi estudio antropológico, me quedé en la puerta y me hice una apuesta que gané: la tribu subió a una de esas camionetotas de cristales ahumados, (que antes sólo usaban los políticos, luego los narcos y ahora las tribus), lograron meter la chatarra en la cajuela, más bien atascada de sillas playeras, salvavidas, neveras y otras cosas que me dio mucha pena espiar, y se fueron peleando porque nadie sabía quien tenía el boleto del estacionamiento....
   ¡Santas vacaciones, Batman!. Atascados estamos de turismo chatarra, que no dejan más que basura en las playas, choques en la esquina por la velocidad a que manejan en plan "chofer contaminado", no se interesan por conocer las cosas bellas y su concepto de vacacionar estriba en la borrachera playera, la comida chatarra, dormir la mona, comer picadas y garnachas, tostarse como pollo en barbacoa, despellejarse para comprobar que estuvieron de playa y regresar a sus casas de un genio de perros...
   ¡Y apenas van doce días!... ¡Y contando...!
   Carajo...
 

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