lunes, 19 de enero de 2015

LAS COLAS DE ENERO...

   No me equivoqué: no quiero hablar de la "cuesta de enero", porque, además de ser una falacia, es en realidad la "cuesta de diciembre", mes en el cual usted y los otros ya se han gastado alegremente el aguinaldo que, por supuesto, no le han pagado y que, si acaso, le pagarán el último día hábil, pero en la tardecita y sólo para que usted y los otros y (nos - otros), dejemos de andar de argüenderos cargando las mismas pancartas del año pasado y del antepasado y de otros ancestros, digo, porque hace años que, por estos lares, el aguinaldo llega en "modo mexicano", es decir, tarde, mal o nunca y haciendo manifestaciones frente a los bancos, a media calle, frente a las oficinas pagadoras que no pagan o frente a las casas de los funcionarios que debían pagar, lo pobres, que a duras penas están haciendo su maleta para las vacaciones en Las Vegas, lugar al que acuden porque su coeficiente mental no les da para nada más que un "jpp", (juegos, pirujas y pomos), asuntos en los cuales, ¡eso sí!, se han declarado expertos...
   Digo. Quería decir que no hablaría de la cuesta de enero, sino de las "colas de enero", que si usted se fija son igual de terribles que la dichosa cuesta que nos cuesta más bien un ojo de la cara y otras cosas que no pongo aquí porque soy educadita a la antigua, caraxo. 
  Comencemos por el "principicio", como decía un amigo cuyo nombre ya se me olvidó. 
   Ocurre que, "al filo de las 8:15 horas", como escriben los reporteros de nota roja en los diarios mexicanos, del día 2 de enero, como diría Cantinflas, "compenetro" en la página de hacienda para pagar, en tiempo y forma, esa cosa que ya no existe pero que se llama tenencia y que sigue existiendo porque el maldito impuesto no se ha enterado de que ya lo mataron y sigue vivito y coleando. 
   Fui recibida con un letrero muy amable: "Feliz Año Nuevo. En breve le informaremos el momento de realizar su pago". 
   Puesta en el camino del cumplimiento ciudadano, me brinco a la página donde, supuestamente, podría pagar eso que se llama impuesto predial: "Feliz Año Nuevo. En breve le informaremos dónde realizar su pago".... Ayyyy!
    Necia de mí, ya en el camino de las autopistas cibernéticas, dispuesta a todo, me abrocho el cinturón y busco la forma de pagar, por adelantado, el servicio de agua potable: "Feliz Año Nuevo. Le informaremos de los datos para realizar su pago". 
   Nunca había sido tan felicitada en mi vida. ¡Todos me desearon feliz año nuevo!...
   Abatida pero no derrotada, me armo de valor y acudo al más cercano centro Verificador: "Los engomados no han llegado, señora. A lo mejor el lunes"... 
   O a lo peor, pensé, porque el Pooky anda de ilegal y así no salgo, y mucho menos con las multas anunciadas: "Falta de verificación vehicular, $ 1,290.00", en caso de que se encuentre usted con un agente de tránsito decente, porque los otros le amenazan con "ni modo, joven, me tengo que llevar su carro". ¡No me diga, le digo!, pero es inútil intentar razonar con estos elementos que ahora andan vestidos de negro y blanco, que le zamparán una multa de doce mil quinientos pesos "por ir hablando por el celular", y 3 mil quinientos pesos si lo pescan con aliento alcohólico, cuestión de vida o muerte sobre todo para los pobres chavos en fin de semana...
   Decido brincarme el engomado y viajar en taxi, para ir a las oficinas y pagar el agua. 
   Checo mi impedimenta: zapatos cómodos, dulce para la baja de azúcar, (no tengo, pero igual me da eso o un infarto), el medio cigarrillo que me toca en la mañana, las sopetecientas copias que me pidieron el año pasado, más otras que me invento en el momento por si acaso, incluyendo la tarjeta que acredita que sí estoy jubilada, que sí he pagado mis impuestos, que sí tengo los años que aparento, etcétera.
   No hay mucha gente. Ufff. Las tres empleadas son amables, (tres, contra unos 100 adultos mayores, que nos dicen, que dan una lata infernal). 
  Mi documentación es correcta. Gracias. Pase a la caja. Gracias. Pérese tantito. Gracias. 
   Y entonces nos sacaron, porque era la hora de la limpieza: empleados y jubilados al duro cierzo de Veracruz, porque hay norte y estamos a 14 grados, temperatura que en mi ciudad es casi para el soponcio...
   La cola no fue muy larga. El problema de las colas es que llega el "influyente", con el cual francamente es fácil lidiar porque todos le mentamos alegremente la progenitora. LLega el que "se hace el loco" y se cuela o pretende colarse, más adelantito, joven. Nada. ¡A la cola!. 
   Llega, y eso me parte el alma, pero me aguanto como los valientes, el que exagera su vejez y su enfermedad y arrasa parejo, incluyendo una de las dos únicas sillas que hay dentro de la oficina... Todavía no encuentro como solucionar este asunto, pero luego les cuento.  
  Estoy en la fila. La cola, carajo. Atrás de mí, un hombre alto, bien vestido, perfumadito y educado: "Señora, que barbaridad. El servicio es malo"...
   Como ya tengo tres días de andar haciendo colas, no estoy de humor: 
   "No señor. Hay tres empleadas para atendernos, porque los otros están allá afuerita en huelga y con pancartas. Y nosotros, los usuarios, llegamos al final de la fecha límite. Y además, respetable señor, los viejos jubilados somos exigentes, intolerantes y groseros con lo jóvenes. Paciencia, ni modo". 
   Pero no puedo sentarme a llorar: ¡todavía me falta el impuesto predial y cambiar la estúpida credencial de elector, que saqué el año pasado pero que debo cambiar porque a algún descerebrado se le ocurrió poner "INE" en lugar de IFE....
    ¿Ve usted las colas de enero"... 
   ¡Lo de la cuesta es lo de menos, carajo". 

   


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